Se supone que la hora de comer es un tiempo para despejarte y recobrar energías. Cosa que te ayuda a ser más productivo el resto de la jornada.
Sin embargo, por una cosa o por otra, hay días en los que comes a la carrera; sin sentarte o pegado al escritorio de trabajo, según el caso.
Y no desconectas, porque mientras engulles los alimentos, corretean por tu cabeza los pendientes de la tarde.
A mí también me ha pasado. Qué digo… Todavía me pasa algunas veces cuando, por tal de acabar antes el trabajo, postergo la hora de la comida.
Lo gracioso es que, en lugar de acabar antes, acabo después de lo previsto, porque mentalmente estoy muy fatigada.
Pongámosle remedio, si te parece, apuntando ideas para que el descanso de la comida sea verdaderamente eso: un descanso revitalizante.
1. Come en otra parte
Deja el trabajo en el escritorio o allá donde se desarrolle y cambia de decorado, si te es posible. Así es más fácil desconectar.
Si te da un poquito de aire fresco para despejarte, ya redondeas.
2. Rodéate de buenas compañías
La hora de comer es un descanso y un placer, si la compartes con la gente adecuada. Si no tienes la ocasión, es preferible comer solo antes que mal acompañado, como dice el refrán.
Ya, el dicho popular no menciona la comida expresamente. Pero qué indigesta es cualquier comida cuando la acompañas de una persona que no tragas. Además, no descansas ese rato, que es de lo que se trata.
3. Desconecta los aparatos
Especialmente si pasas el día entre aparatos, date un respiro. Aléjate de la computadora; apaga el teléfono o, al menos, siléncialo.
Desconectando todos estos chismes electrónicos le das un descanso a tu mente… y a tus ojos, que también se lo merecen.
4. Saborea lo que comes
Come razonablemente tranquilo; mirando los alimentos, percatándote de los sabores… En definitiva, disfrutando del momento. Es placentero y relajante.
Y no te hablo por experiencia. Apenas a estas alturas estoy aprendiendo a disfrutar del momento de la comida. Casi toda la vida he estado comiendo porque “era la hora”, porque “había que comer”.
Qué distinto es cuando decides prestar atención a lo que estás haciendo, aparcando un rato los deberes, los problemas, los malos rollos del trabajo… Cuando más tarde vuelves a lo que te queda por hacer ese día, sí sientes que has descansado.
Espero que tú también lleves a la práctica tus ideas para hacer de la hora de la comida un paréntesis agradable y reconfortante. O, mejor aún, uno de los momentos más gloriosos del día.
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