¿Te gusta aprender cosas nuevas? ¿Dejas que la vida te muestre sus lecciones a base de desengaños (como reza una coplilla)? ¿O también te gusta indagar por tu cuenta?
Tú eliges si pasar por la vida aprendiendo lo justo e indispensable para sacar el día adelante o si, además, quieres profundizar en determinados conocimientos y experiencias.
Es tu decisión… Y, como tal, acarrea consecuencias.
Una de ellas (poco deseable, en apariencia) es que, cuanto más sabes de una determinada cosa, más preguntas te haces sobre la misma. «Quien más sabe, más ignora«, que diría el refrán.
Aun así, ¿cambiarías esas dudas por un estado de bendita ignorancia? Piénsalo. Porque, así como «el saber» acarrea nuevas preocupaciones, también proporciona satisfacciones que superan, de largo, a la placidez de la ignorancia.
¿He dicho «placidez», «bendita ignorancia»? Nada, nada…
La ignorancia ni da tranquilidad ni es una bendición. Puede serlo en asuntos que ni te van ni te vienen. Pero, a la hora de manejar tu vida a tu manera haciendo las cosas que tú quieres, la ignorancia es un obstáculo muy estresante.
Por la ignorancia, otros que «saben más» deciden por ti. Por la ignorancia, ideas y experiencias que te habrían hecho crecer, ilusionarte, apasionarte… pasan ante ti sin que tú te des cuenta.
Y un día, cuando sin necesidad de buscarlo, la vida te muestra lo que te has perdido… Ese día admites que hubieras cambiado la tranquilidad de la ignorancia por formar parte de aquello de lo que te ha excluido.
¡Ah! Y, si hablamos de tranquilidad, también es cuestionable el asunto. ¿Crees que estás más tranquilo cuando no tienes ni idea sobre un tema, que cuando te carcomen las dudas?
Sí, puede que sí. PERO sólo hasta que tienes que vértelas cara a cara con el problema en cuestión. Cuando sabes algo, hay un hilo de dónde tirar. Cuando no sabes nada, estás perdido.
Aplica esto a cualquier asunto de tu vida: tus relaciones, tu trabajo, tus objetivos personales, tus problemas del día a día…
El saber estresa. Sin embargo, la ignorancia estresa más cuando un reto se te presenta a bocajarro y no te queda de otra que hacerle frente.
¿Cuál de los dos «estreses» prefieres? ¿No se te hace que el estrés de las dudas es más manejable?
Imagen de bikeracer