Hay momentos placenteros que le dan color y sabor a la vida. Cada uno de nosotros tiene sus favoritos. ¿Cuáles son los tuyos?
Mi repertorio es amplio.
Por ejemplo, disfruto mucho ese momento en el que está saliendo el sol en una mañana clara de verano. Me encanta tomar café tranquilita, mientras leo algo interesante.
Hay detalles o momentos que duran muy poco tiempo. Esos instantes quedan atrás. Pero no olvidamos las sensaciones placenteras que experimentamos con ellos.
Y, como el recuerdo es agradable, nos enganchamos al placer. Buscamos repetir esos momentos para vivir de nuevo esos instantes de plenitud.
Yo vuelvo cada día para ver cómo el sol va apareciendo tras la montaña. Preparo el café con la expectativa de saborear algo delicioso.
No obstante, cuanto más seguido se repiten ese tipo de momentos placenteros, menor es el placer que dejan. A fuerza de hacerlos costumbre, las sensaciones se atenúan.
Prueba a comer cada día tu plato favorito. Escucha mil veces esa canción que te pone los pelos de punta. Se tornará ordinario lo que antes era significativo y placentero.
Te quedan el recuerdo del placer y las ganas de volver a sentirlo. Pero ese momento ya no influye tanto sobre ti.
¿Cómo recuperas esas añoradas sensaciones?
Lo bueno, si breve, dos veces bueno
Vayan estas tres sugerencias, por si te pasa lo que a mí y quieres re-experimentar un placer más intenso con ese tipo de momentos:
1. Distribuye el placer
Si, por ejemplo, te encanta ir al cine, hazlo en fin de semana. Porque, si lo haces todos los días, la experiencia dejará de ser tan excitante.
Lo mismo, si se trata de tu postre favorito o de esa canción que no puedes dejar de escuchar. Deja que reposen un ratito.
Además, con esta idea disfrutas también de la anticipación. Muchas veces, las ganas de vivir un momento son tan placenteras como el momento en sí.
¿Qué es lo que pasa cuando, por ejemplo, esperas una semana de vacaciones?
Si todos los días estuvieras de vacaciones, no te haría ninguna ilusión la experiencia. Pero, cuando están bien distribuidas, las disfrutas cuando llegan y también es placentera la anticipación, esas ganas de que lleguen.
2. Aprecia el “displacer”
Si esperas ver salir un sol radiante y te encuentras con un día de clima espantoso, no te sientas desgraciado. Ya verás cómo disfrutas mucho más el amanecer claro de mañana.
Lo mismo, si quieres ver a tu novio/a y hoy está de viaje o si, por cualquier razón, hoy te pierdes tu programa favorito de la tele.
Los fastidios ocasionales nos ayudan a apreciar mejor los momentos agradables. Son simples nubarrones a los que sigue la claridad.
3. Añade variedad
Amplía tu repertorio de momentos placenteros. Añade sabores, colores, olores y canciones que te hagan vibrar. Prueba con actividades diferentes. Sácale el gusto a cuantas experiencias puedas.
Así, mientras una experiencia placentera está reposando, estás saboreando otra diferente; también agradable, pero distinta.
Vale. Es seguro que ninguno de nosotros, por muy variado que sea su repertorio, va a vivir en un placer constante.
Pero, como hemos dicho en el punto dos, así (cuando no hay ni rastro del placer) apreciamos mejor los buenos momentos cuando llegan y, teniendo variedad de momentos que nos gustan, más oportunidades encontramos para experimentar sensaciones agradables.
¿Te suena razonable? 🙂