Si te preguntas cómo tener más paciencia, estás en un buen sitio. Quien aquí te escribe no tenía ni una gotita cuando vino al mundo, pero descubrió la utilidad y el encanto de la paciencia conforme fue cumpliendo años.
Así es para todos: la paciencia se desarrolla con el tiempo. Seguramente, tú también has ido sumando en esta capacidad. ¿Quieres seguir sumando?
Aquí tienes algunas propuestas.
Qué es tener paciencia y para qué la necesitas
La palabra “paciencia” es de origen latino (patientĭa).
Significa tolerar o soportar una situación no agradable manteniendo la calma. Se asocia con la espera de un cambio favorable y con una actitud perseverante.
La paciencia es un antídoto para evitar que las incomodidades del día hagan estragos en tu estado de ánimo.
Atascos de tráfico, largas colas de espera, el ruido exasperante de la fiesta del vecino, el trabajo y sus complicaciones, etc.
Todos esos fastidios ponen a prueba tu resistencia. Necesitas paciencia para conducirte sin perder el control.
Sin embargo, es al plantearte un reto difícil o a largo plazo cuando la paciencia se torna imprescindible.
El desasosiego, la desesperación o, lo que es lo mismo, la falta de paciencia puede dar al traste con tus propósitos.
Cuando persigues un objetivo, la paciencia no equivale a la pasividad y al conformismo. No esperas que las cosas cambien solo porque sí. La paciencia forma parte del plan.
Haces todo lo que está en tu mano para que se produzca el cambio favorable y, como los resultados llevan su tiempo, conservas la calma en ese compás de espera.
Esa es la función de la paciencia: la de ayudarte a permanecer en la lucha sin abandonar. La paciencia mantendrá viva la confianza en ti y en tus objetivos.
Cómo desarrollar la paciencia
Vas a ir a contracorriente. ¿Te atreves?
La paciencia es una de las cualidades más útiles a desarrollar. Pero hay que ver lo que cuesta desarrollarla…
Las presiones en contra son muchas. Se nos venden soluciones rápidas y cómodas para cualquier menester. ¿A que te suenan?
- Pierda peso sin esfuerzo.
- Gane un dineral con este maravilloso producto.
- Aprenda coreano en dos tardes.
- Y demás mensajes seductores.
Además, la impaciencia suele verse de manera positiva, cuando se asocia con personas que tienen mucho que hacer y no pueden perder ni un solo minuto.
Mala asociación. Esa impaciencia muchas veces va de la mano con el estrés, la ansiedad y cosas igual de apetecibles.
Para no sucumbir a esos males modernos, a ver qué te parecen estas 5 consignas que apuntan a lo contrario: ser paciente.
1. Abandona la necesidad de controlarlo todo
Tú solo eres responsable de tu propio comportamiento (y ya es bastante).
De antemano, puedes decidir no frustrarte por el clima que hace, por fenómenos fortuitos o por el comportamiento de otras personas.
Las cosas avanzan a su propio ritmo. Los inconvenientes no piden permiso. Las personas hacen lo que les sale del gorro. Haz tu parte lo mejor que puedas, que con eso hay.
Si te equivocas o algo falla, acéptalo, eres humano. O aprende lo que puedas de la situación y… ¡adelante!
2. Ve más despacio
Pon la salud a la cabeza de tus prioridades. Echa el freno.
No te satures ni te exijas sin medida en lo que haces a diario. Trata de eliminar todas las prisas innecesarias.
Si luchas por un objetivo, divídelo en pequeños logros y traza un plan. ¿Que el plan no funciona? Rediséñalo, pero no vivas cada día con agobio.
3. Enfócate en el momento presente
Vive el paso que estás dando ahora. Acepta el momento, tal cual es. Tanto si es bueno como si es malo, no durará para siempre.
Trata de no especular, torturándote con preguntas como: «¿Y si… esto? ¿Y si… aquello?»
Vive más en el presente. Aprende lo que puedas aprender ahora. Si quieres que la situación mejore, piensa en tus opciones y haz lo que puedas hacer ahora.
4. No te alteres por tonterías
Hay situaciones en las que no vale la pena perder los nervios. Tú decides las que son en tu caso:
- que alguien te tenga una mala palabra,
- que se te cuelen en el autobús,
- que una paloma haya depositado su excremento en tu traje
- o que estés en medio de un atasco de tráfico…
Son ejemplos de nimiedades que pueden sacar de quicio a más de uno. Sucesos no agradables, en los que enfadarse equivale a gastar preciadas energías que necesitas para menesteres más importantes.
Define qué situaciones son “tonterías” para ti y decide no darles una importancia exagerada.
5. Pon más humor en tu vida
El humor ayuda a mirar una situación estresante desde otro punto de vista. Es una respuesta creativa que derrite tensiones.
A ver… No es para que te entre la risa floja cuando alguien te haga una trastada, por ejemplo. Pero habrá otras situaciones que sí se presten a encontrarles el lado cómico y simpático.
Cultiva el buen humor y, con él, la tolerancia a las imperfecciones y chapuzas que todos tenemos la ocasión de protagonizar a diario.
Como ves, cada día nos brinda ocasiones para mejorar la paciencia.
Para tener más paciencia, practica con lo pequeño
Imagínate la siguiente dinámica.
Un día te das cuenta de que no es saludable tomarse en serio los pequeños fastidios cotidianos. Y decides adoptar una serie de decisiones para ahorrarte el malestar “extra”.
Comienzas por reducir el número de quejas por el mal tiempo, por perderte un día tu programa de televisión favorito, por perder un calcetín y minucias del estilo.
Cuando estás a punto de abrir la boca para expresar tu indignación, te frenas y no te cuesta demasiado trabajo hacerlo: “Paciencia. Son cosas que pasan…”
Tras ese, sigues realizando pequeños cambios. Colocas una pieza tras otra, como en un puzle.
¿Lo siguiente? Por ejemplo, conservar la calma en situaciones que suelen ponerte nervioso:
- esperar en la caja del súper,
- escuchar un chiste ofensivo
- o volver a casa y encontrarte la cocina patas arriba, después de que la hubieras dejado limpia antes de irte.
Continúan molestándote esas inconveniencias y muchas más.
Pero, en lugar de sucumbir al impulso de la rabia, optas por dejar que te resbalen estupideces como la del chiste o por dialogar con el responsable del destrozo en la cocina, para que se haga cargo del asunto.
Tras esos progresos y, ya puesto a ejercitar la paciencia para con los demás, decides emplearla también contigo mismo. ¿Cómo vas a dejar atrás a tu persona, que es la que hace posible todos estos cambios?
En lo que realizas habitualmente, introduces más pequeños cambios para reducir el “malestar”.
Por ejemplo, dejar de darle tanta importancia a errores de poca monta. Cuando te equivocas, te recuerdas que eres humano y arreglas la situación, si es posible.
Así se aprende a ser paciente: un cambio lleva a otro
El entrenamiento en las pequeñas cosas, que son fáciles de manejar, se hace visible ante pruebas más complicadas.
➜ Un problema gordo hace su aparición. Te desestabiliza al inicio. Pero lo enfrentas de manera más sosegada, porque antes te has entrenado con las pequeñas inconveniencias.
➜ Otro día te ves metido en un conflicto serio con otras personas. Observas que no pierdes los papeles a primeras de cambio, porque ya has practicado con los rifirrafes cotidianos.
➜ Llega el día en el que cometes un error garrafal. Probablemente, te costará menos asumirlo y resolver el lío, en tanto que ya tienes práctica con líos menores.
Practicando con lo pequeño vas ganando tablas para afrontar asuntos mayores. Esos cambios en lo cotidiano van dotándote de recursos para afrontar situaciones más difíciles.
¿Y hoy? ¿En qué momento del día entrenarás la paciencia?
Tiene gracia que para tener la oportunidad de ser paciente no tengas que esperar. Hoy mismo surgirán unas cuantas.
Algunas serán de este estilo:
- Emplear un poco más de tiempo en preparar una comida sana.
- Esperar unos segundos antes de reaccionar a un comentario poco afortunado.
- Leer con atención un artículo espeso, pero con información útil para que resuelvas un problema por ti mismo.
- Resistirte HOY a mandar a la porra el programa de ejercicios (u otro programa) porque no has visto resultados en los primeros días.
- Guardar la compostura en un atasco de tráfico.
- Negarte a a comprar HOY un producto que en las próximas rebajas encontrarás mucho más barato.
- Etc.
Ejemplos sobran. Hay cantidad de situaciones que puedes ver como ejercicios para entrenar la paciencia y sacar provecho de las mismas.
Con ella aprendes habilidades complejas, construyes relaciones fuertes, logras metas de ahorro, te haces más llevadera la recuperación cuando te enfermas, etc.
Y la manera de ser más paciente para «lo grande» está entrenando con «lo pequeño« de cada día, incluso con las chorradas. Como cuando se te atasca la cremallera de la cazadora y te resistes a perder los nervios.
Si te quedas con algo de este artículo, que sea con la propuesta de entrenar la GRAN cualidad que es la paciencia con las PEQUEÑAS oportunidades que surjan hoy.
Gracias por leer.