Hay aprendizajes que te agradeces durante toda tu vida. Uno de ellos es este: aceptar las molestias cotidianas que suelen estresarte.
¿Qué consigues con ello? Dejar atrás el malestar antes, para enfocarte en lo que sí puedes hacer para sentirte mejor.
De eso vamos a ocuparnos en esta entrada.
Las molestias cotidianas afectan a la salud
Hay días más correosos que otros. Y también hay personas que tropiezan con más molestias que otras en su vida cotidiana.
Pero, incluso las que atraviesan menos incomodidades o se encuentran en una racha apacible, se las ven con incidentes cotidianos. Todos los “padecemos” en mayor o menor grado.
Los estudios nos dicen que la acumulación de engorros y molestias cotidianas afectan a la salud. No solo nos desgastan los grandes sucesos dolorosos (como una enfermedad o una muerte en el entorno cercano).
¿Te sorprende?
El estrés, la ansiedad, el descontento van engordando con estas complicaciones cotidianas, que no dan tregua. Aunque, más que el número o la frecuencia con la que se presentan, lo que nos desgasta es el modo de afrontarlas.
Tal vez nos sea difícil amortiguar el golpe de esos grandes sucesos dolorosos por los que todos pasamos alguna vez, como la pérdida de un ser querido, por ejemplo.
Pero sí podemos aprender a afrontar de manera distinta las pequeñas complicaciones cotidianas, para evitar que se nos vaya la salud en ellas.
Asumir lo siguiente va a ser fundamental.
No tienes control sobre todo lo que ocurre
La teoría te la sabes muy bien. Tienes control sobre lo que tú haces. Pero no lo tienes sobre circunstancias que pueden sobrevenir o sobre lo que hacen los demás.
El mensaje es claro: deja a un lado aquello en lo que no tienes control y enfócate en lo que sí puedes controlar.
La práctica es otro cantar. Observa a tu alrededor y verás que, aunque la mayoría coincidamos con la teoría, no logramos siempre comportarnos de acuerdo a ella.
Cómo afrontamos los engorros cotidianos
A mí me ha costado (y me cuesta) hacer las paces con la realidad cotidiana. La teoría me la sé bien, pero me queda práctica por delante.
Y no soy la única. Muchas personas, que se saben la teoría tan bien o mejor que yo, tienen problemas aceptando los pequeños engorros y pasando página.
Tras una conversación desagradable, una avería, una tormenta, un mal momento en el trabajo o un estropicio causado por el pequeño de la casa, prefieren huir del malestar y aplicar un parche cómodo.
Un alivio temporal, en forma de atracón de comida, horas delante de la tele, compras “terapéuticas” o quejas que ametrallen a aquel que se ponga en frente.
Remedios así hacen que el malestar se difumine al instante, pero es a costa de peores consecuencias a largo plazo.
¿Existe otra manera de sobrellevar los pequeños incidentes incontrolables?
La hay. Pasa por aceptar primero que la realidad es como es. Y esto es más sencillo cuando dejamos de oponernos a lo que no nos gusta que pase.
A ver, ¿a cuántos de nosotros nos puede gustar que un imprevisto nos rompa el plan que teníamos para hoy? ¿Y que se deshaga en un tris lo hecho en dos horas de trabajo?
A muy poca gente. Cuando eso ocurre, la tensión hace acto de presencia.
Necesitamos encontrar la manera de proporcionarnos calma. Para, a continuación, dirigir nuestra atención a lo más productivo que podamos hacer para estar mejor.
¿Cómo se hace eso?
Al fin llegamos a la parte práctica.
Cuando estés frente al incidente (el atasco, la avería, las manchas, el retraso), respira profundamente.
Lo que hay ante ti no te gusta. Pero aceptarlo es lo mejor que puedes hacer. Sigue respirando. Busca la calma.
Y déjalo atrás cuanto antes
Acumulamos estrés porque reaccionamos al incidente cuando se sale de lo “normal” (que es lo deseable): No te gusta que la leche se derrame, ¡leche!
Pero es que lo “normal” no es lo deseable. Es lo que ocurre, sin más. Y no va a coincidir siempre con lo que a ti te gusta. Dalo por hecho.
¿Solución? Respira y sal del incidente cuanto antes.
No paladees el malestar. No compares. Deja de oponerte. Agarra la bayeta, limpia el estropicio y no pienses en él. Porque después del que tienes delante vendrán más incidentes. (Ojalá que no demasiados.)
Si vas a acumular malestar por cada cosita que se separa de lo deseable, juntarás cantidades industriales de estrés y mal humor.
Hay hábitos que ayudan a que esto resulte más fácil
Procurarte calma en un momento tenso es más fácil cuando practicas hábitos que sirven para que el estrés no se desboque.
Ya sabes los que son. Repasemos algunos.
1. El ejercicio físico. Según los estudios, no solo te protege del estrés de hoy, sino que también hace de vacuna para el estrés venidero. Y hay muchas opciones para practicarlo. Las suficientes para adaptarlas a tu gusto o circunstancias.
2. Actividades “calmantes”, como la meditación, la lectura, el paseo por la Naturaleza… o cualquier otra que realices periódicamente. Con estas actividades creas espacios de tranquilidad. Es más fácil evocar el relax en una situación tensa cuando te son familiares esas sensaciones.
3. Actividades placenteras, como tu hobby. Y actividades divertidas con las que te rías, disfrutes y estés de buen humor. Estas también son una vacuna antiestrés.
4. La asertividad. Decir lo que piensas. Las interacciones cotidianas pueden ser otra fuente de tensiones. El resentimiento también se acumula y, con el tiempo, pesa demasiado.
¿Propuestas? Expresa tu opinión. Di que no cuando quieras decirlo. No esperes a que otro adivine porqué te sientes mal. Con respeto, dile lo que piensas.
5. Subrayar lo positivo. Ya que las molestias resaltan por sí solas (precisamente por ser molestas), rescata por tu cuenta los buenos momentos del día. Esas pequeñas experiencias en las que te sientes bien (contento, relajado, productivo, querido, etc.).
6. Desconectar. Dejar el trabajo en el trabajo. La casa, en la casa. Decir “hasta aquí, por ahora” y recobrar energía para volver más tarde a ocuparte de lo que se tercie.
7. Descansar. Hacerlo a diario (dormir lo suficiente, practicar algunas de esas actividades de arriba). Y tomar descansos más largos, como vacaciones (por ejemplo), para airearte de la rutina de siempre.
Esta es la propuesta
Si quieres aprender a aceptar los incidentes cotidianos y a dejarlos pronto atrás para responder de una manera productiva y saludable, procúrate espacios de calma.
Recréalos a diario. Para que, cuando te hagan falta, puedas echar mano de ellos.
Y te harán falta. La realidad seguirá separándose a menudo de lo que a ti o a mí nos gustaría que fuera.
Gracias por leer.
Imagen de Ricardo Alguacil