Hay personas con las que me aburro mortalmente y, por eso mismo, procuro compartir con ellas el menor tiempo posible.
¿Cómo son? Buenísimas en el arte de la conversación, ante todo. Las encuentro en la tienda o en la calle y, antes de que me haya percatado, ya están hablándome de lo que le ha pasado a la vecina o a otra criatura del pueblo.
Como a mucha gente, el cotilleo me aburre. Pero hay otra que lo disfruta. Y, por eso mismo, jamás se aburriría con las personas que yo considero aburridas.
¿Cómo es la persona más aburrida que tú conoces?
Sirva este inicio para recalcar que ninguna persona «ES» aburrida. El aburrimiento lo sufre quien se la encuentra.
La persona que para ti es un sopor porque suele hablar de temas que no te interesan, para mí puede ser fascinante (y viceversa).
Por ejemplo, las que no tienen demasiadas habilidades para conversar.
Lo notamos en rasgos asociados a «lo aburrido», como éstos:
- Repiten palabras o expresiones,
- muestran apatía,
- hablan de forma monótona,
- se toman demasiado tiempo para responder,
- añaden muchos detalles innecesarios, apenas te miran a los ojos, etc.
No todo el mundo tiene la paciencia o las ganas de escucharles.
En realidad, son pocos quienes lo hacen. Con lo cual, la persona va teniendo cada vez menos oportunidades de practicar sus habilidades y, por tanto, haciéndose más «aburrida».
¿Qué me dices de la persona que no ve más allá de sí misma?
Lo mismo pasa con las personas muy egocéntricas, que hablan de sus preocupaciones, problemas, enfermedades y dilemas existenciales, interesándose poquísimo por los de su interlocutor.
Estamos ante una persona tan centrada en sí misma que, incluso cuando te pide una opinión sobre lo que sea, parece que no le interesa lo que digas. Continúa hablándote de su infelicidad, de su sufrimiento… y de ahí no sale.
Es más, tú sacas cualquier tema de conversación distinto y ella/él se las arregla para hablar de sí misma, aunque te esfuerces en encontrar un tema totalmente novedoso.
Si esta persona se da cuenta de que su falta de interés en los otros está deteriorando sus relaciones, puede hacer algo al respecto. Al igual que aquélla que sabe que le falta soltura para comunicarse.
Lo malo es que no se dé cuenta o que, si alguien se lo hace notar, se engañe a sí misma pensando que son los otros los maleducados y los desconsiderados.
[Permiso. Viene una batallita…]
Precisamente, allá en los tiempos de mi preadolescencia, unas chicas que acababa de conocer me dijeron que yo era una persona aburrida. ¿A quién le gusta que le digan algo así?
Ya te imaginas que me sentó fatal. Pero me quedé con la inquietud y, con el tiempo, fui admitiendo que, además de variar poco en los temas de conversación, tenía ciertas costumbres (como la de repetir dos veces la misma cosa), que resultaban aburridas a algunas personas.
No es que yo cambiara mi forma de ser. Sin embargo, la experiencia me enseñó que uno mismo puede parecer aburrido a ciertas personas (y no pasa nada).
Opté por aceptarlo, relacionarme con gente más afín y pulir un poco mis habilidades para conversar con quienes no tengo una relación tan estrecha.
Resumiendo: Una persona no es aburrida.
Es lo que dice o cómo lo dice lo que puede resultar aburrido para otros. Y, si es uno mismo quien está aburriendo al mundo, puede hacer algo para evitarlo (si quiere). 😉
Otras entradas:
Imagen de macaarena