Esta entrada te dará ideas para practicar una autocrítica positiva.
Antes, veamos qué es la autocrítica haciendo énfasis en su utilidad como instrumento de aprendizaje.
Qué es la autocrítica y para qué sirve
La autocrítica es una práctica sana, que consiste en ser consciente de tus propios fallos o defectos, asumirlos y proponerte corregirlos o atenuarlos en la medida de lo posible.
Es una autoevaluación, gracias a la cual aprendes y vas ajustando tu comportamiento y mejorando aquello que es susceptible de mejora.
Está ligada a la superación personal. Y también es necesaria para relacionarte con los demás.
La autocrítica es positiva siempre que la practiques con cierto equilibrio. No son positivos ni el defecto ni el exceso de autocrítica.
En la autocrítica, tan malo es pasarse como no llegar
Un nivel bajo o nulo de autocrítica perjudica tus relaciones con otros, ya que te verán como a una persona que difícilmente asumirá sus errores y hará responsables a los demás de sus propios fallos.
Además, hará que estés «ciego» ante tus propias carencias, con lo que desaprovecharás todo tu potencial para aprender y mejorar ciertos aspectos de tu vida.
Por esas razones, prescindir de la autocrítica NO conviene. Sin embargo, esa es la opción a la que acuden muchas personas en el intento de preservar su autoestima.
Como podrás imaginarte, eso es un parche. No funciona. Para tener una autoestima sana has de aceptar la realidad tal y como es, te guste más o te guste menos. Y trabajar a partir de ahí.
En síntesis, una baja capacidad de autocrítica no suele ir ligada a una alta autoestima. La autoestima puede ser baja y continuar así, aunque la persona evite tomar conciencia de sus errores o defectos para subsanarlos.
Sin embargo, una excesiva autocrítica sí suele corresponderse con una baja autoestima en muchos casos. La razón es que la persona tiende a responsabilizarse de todo lo que tiene la oportunidad y a culparse por su mal funcionamiento.
Ni el defecto ni el exceso de autocrítica son recomendables.
La opción más saludable es combinar la autocrítica con una autoestima fuerte. Para eso es necesario practicarla, sí, pero con moderación.
Ocupémonos de exceso de autocrítica, ya que quien no está interesado en hacer autocrítica dudo que se pase por aquí.
Hay una serie de actitudes sanas con las que puedes evaluar tu comportamiento de una manera provechosa, sin necesidad de sentirte mal contigo mismo.
Entre ellas, podemos apuntar las siguientes.
1. Critica comportamientos específicos que puedas cambiar
Para que no suene a sermón, permite que me ponga en el lugar hacia donde apunta el dedo.
Haciendo autocrítica, no tiene sentido que yo me culpe por aprender de manera más lenta que otras personas; por ser mayor; por mi estatura, ni por cualquier otro aspecto de mi persona.
La autocrítica constructiva, más que en rasgos, se centra en comportamientos. Concretamente, en acciones en las que sí hay margen de mejora.
Puedo criticarme por haberme quedado viendo la tele por la tarde, en lugar de haber estado estudiando. Y, a partir de ahí, proponerme un cambio: “Hoy voy a ver la tele después de terminar con esto.”
Puedo criticarme por haber perdido los estribos en una discusión. Y, después, ver la manera de arreglarlo (pidiendo disculpas, por ejemplo) o para evitarlo en lo sucesivo (contando hasta diez antes de dejarme llevar por el coraje).
Pero criticarme por lo que no puedo cambiar de mí misma, ¿qué utilidad tiene?
2. Asume tu parte de responsabilidad en las circunstancias
Como escribí en una entrada sobre la responsabilidad, yo no tengo la culpa de desconcentrarme si, cuando estoy trabajando, la vecina pone la música a todo volumen.
No puedo criticarme a mí misma por no haber podido prever o controlar eso. Pero tampoco puedo usarlo como una excusa para dejar de trabajar en cuanto ponga la música alta la próxima vez.
Lo que sí puedo hacer es prever una alternativa para cuando vuelva a ocurrir. Por ejemplo, trabajar en otra habitación.
Hay circunstancias externas que nos empujan en una dirección o en otra, como la presión social, por ejemplo.
No podemos evitar que nos afecten. Pero tampoco podemos quedarnos totalmente a su merced, cuando tenemos el poder de tomar otras decisiones. Somos responsables de hacerlo. Y asumir esa responsabilidad es positivo para la autoestima.
3. Observa las consecuencias de tus acciones en los demás
Hay errores que no afectan solo a quien los comete. Si yo me equivoco en un informe en el trabajo o te tengo una mala contestación, hay más personas involucradas.
Una manera de usar la autocrítica de manera muy positiva es cambiar el foco de atención.
En lugar de fijarme solo en mí, en mi error y en mi posibilidad de mejora, puedo orientar esa atención hacia la gente que me importa: Me equivoqué. Ahora, ¿qué puedo hacer por esta persona?
Así, además de aprender y mejorar (que es para lo que sirve la autocrítica), estoy cultivando buenas relaciones. Es un giro muy beneficioso, según las investigaciones.
4. Sé un amigo para ti mismo
La mayoría tenemos partes de nosotros que no nos gustan, tomamos decisiones espantosas y cometemos errores de todos los colores.
Para evitar que la crítica se convierta en un instrumento que te suma en la culpa y la vergüenza, has de aceptar que, pese a todas las equivocaciones y defectos, eres una persona valiosa.
Un buen amigo te diría: Sí, la has pifiado totalmente, pero tú puedes salir de ahí y hacerlo mejor. Y yo estaré a tu lado para ayudarte.
Esa es la diferencia entre juzgarte a ti mismo como lo haría un tribunal de la Inquisición o como una persona que te respeta y que te quiere: un amigo.
Lo segundo es mucho más saludable.
¿Qué te parecen las propuestas? ¿Crees que ayudan a manejar la autocrítica de manera positiva, sacando partido de su utilidad?
A mí sí me lo parece. Practiquemos. 🙂
Imagen de ayoyyy