El coaching es una disciplina directamente emparentada con la psicología, pero distinta.
La psicología estudia la conducta humana y los procesos mentales que se ven envueltos en ella, mientras que el coaching es más directo y específico.
Se enfoca en unos objetivos determinados por el cliente y le «entrena» para alcanzarlos.
Por ejemplo, si nos encontramos en medio de una crisis vital y acudimos al psicólogo, éste nos ayudará a descubrir las causas que nos han llevado hasta ahí.
Intentará que comprendamos el problema. Estudiará con nosotros posibles soluciones y, si no se nos ocurren, nos propondrá algunas.
Una vez fijado el camino (los objetivos), nos acompañará, tratando de que adquiramos nuevas conductas para que el cambio sea consistente.
Más o menos, ésa es la secuencia.
El «coach» (o entrenador) es más concreto. Siguiendo con el ejemplo anterior, si acudimos al entrenador, él nos preguntará por nuestros objetivos.
Observará qué estamos haciendo o dejando de hacer para no lograrlos. Hablará con nosotros para enfocarnos en la dirección adecuada y nos acompaña durante el camino.
Como ves, el proceso del coaching es más simple y lleva menos tiempo que el largo entrenamiento psicológico, necesario cuando la problemática así exige que se afronte.
El coaching no se basa en la enseñanza de nuevas conductas; la psicología, sí, cuando es necesario.
Simplificando: un psicólogo puede actuar como un «coach«, dependiendo del problema que trate; en cambio, un «coach» no puede tratar los problemas complejos como lo haría un psicólogo.
El coaching da excelentes resultados no sólo en el terreno personal, sino también en el profesional o incluso en las relaciones de pareja. Cada vez hay entrenadores especialistas en más áreas.
Ellos se encargarán de movilizar y canalizar nuestros recursos para encaminarnos hacia los logros que pretendemos.
A grandes rasgos, así funciona la disciplina del coaching.
Existe una metodología dentro del proceso de entrenamiento que me gustaría enfatizar: el autocoaching.
Qué es el autocoaching
Como su prefijo indica, sugiere que nos formemos para convertirnos en nuestro propio entrenador.
Esta modalidad incluye:
- Conocer qué nos hace felices y cómo disfrutar de la vida en compañía de los seres que amamos;
- determinar en qué podemos mejorar y las opciones de las que disponemos;
- valorar nuestro propio potencial
- y echar a andar, así, sin ayuda externa, comprometiéndonos con nosotros mismos.
¿Crees que es difícil? En mi opinión, uno puede entrenarse también para ser su mejor entrenador.
Aunque, en los casos en los que necesitemos que nos echen una mano, no hay que desdeñar en absoluto la ayuda externa.