¿Alguna vez has buscado algo que ya tenías en tus manos? ¿Te has vuelto loco preguntándote dónde pusiste las gafas sin darte cuenta de que las llevabas colgadas en un cordelito?
¿Raro? No creo. Si no te ha pasado a ti, lo habrás visto cerca.
Más difícil es verlo cuando se trata del intangible amor, pero pasa lo mismo que con las gafas.
El amor está ahí, en nosotros, mientras lo buscamos quién sabe dónde.
La necesidad de amor
Todos necesitamos sentirnos aceptados, apreciados, amados. Necesitamos amor, como aire para respirar. El amor es una de las principales fuerzas motivadoras para los humanos. Por eso, no es raro que, al notar su falta, saltemos en su búsqueda.
¿Qué pasa con esto? Que donde primero buscamos es en los otros. Y, si no responden como esperamos, más desesperada se vuelve la búsqueda.
Queremos que nos quieran, que nos miren, que nos valoren, ¡que nos den el amor que merecemos! Si así lo hacen, nos sentimos dichosos. Pero, ¿y si no lo hacen? ¿Y si estamos buscando en el sitio incorrecto?
Quizás te ha pasado una cosa parecida. Y, en lugar de pensar que te habías equivocado de lugar o de persona, llegaste a la conclusión de que algo te faltaba a ti y, por esa razón, no podían quererte.
Mal asunto. Te sientes más solo y herido que al principio… y el amor sigue sin aparecer.
¿La solución?
Fácil no es que sea, porque implica un cambio de esquemas. Pero claro que existe una manera más sencilla de encontrar las gafas, digo… el amor: ¿Por qué no mirar primero si está en nosotros?
Créeme, ahí está. No afuera, atado a un cordelito, pero sí dentro de nosotros.
Entonces, la idea es hacerlo al revés: En lugar de buscar amor (quién sabe dónde) para “llenar” nuestras necesidades de conexión, de intimidad, etc., se trata de que eso mismo salga de nosotros.
La respuesta no está en hallar o recibir amor, sino en darlo.
¿Qué voy a esperar que me echen una mano? Yo tengo dos y puedo darlas. Fíjate en el verbo: puedo. Con él, evito quedarme en el papel de la pobrecita a quien nadie quiere. Soy consciente de que tengo algo que dar… y lo doy.
Tú tampoco esperes. Ama todo lo que puedas: Ama a tu gente, ámate tú, ama lo que haces, ama a los vecinos de tu barrio y/o al perro del panadero. Sé tú la fuente de lo que buscas.
¿Qué crees que pueda pasar? Ya, ya… Encontrarás desaprensivos y gente de cara avinagrada. Pero los que cuentan son los otros. Ésos que colaborarán en hacer más grande la alegría y la conexión. Y, entre ellos, estás tú.
¿Cómo empezar? Quizás con pequeños gestos: una llamada, una sonrisa, una palabra de apoyo…
Sabemos como hacerlo, podemos hacerlo y es la respuesta más cercana para encontrar lo que estamos buscando. ¿Te parece si empezamos?
Imagen de Bob.Fornal