Siempre puedes cuadrar la historia que te cuentas a ti mismo. Por eso, te conviene elegir una buena.
Y entendamos por “buena” una que no se separe horrores de la realidad y de la que puedas sacar provecho a tu favor.
Un ejemplo es cuando te rechazan. Puedes explicarte a ti mismo el rechazo de maneras distintas. (Ya salió el tema en el blog.)
Con unas explicaciones sufres más y con otras, menos. Con unas te das pistas para mejorar y con otras, no. Unas están más en sintonía con lo que ocurre realmente. Otras son un desvarío.
Quédate con una. Elijas la que elijas, puedes cuadrarla.
- Puedes contarte la historia de que te han rechazado porque así pasa siempre. Eres un desastre con piernas. ¿En serio? Pues, nada. Encontrarás pistas que te lo confirmen.
- Puedes contarte que te han rechazado porque no explicaste bien tu propuesta a quien te estaba evaluando. Vale. También puedes cuadrarlo.
Y no sigo, porque el suceso da para docenas de explicaciones.
Lo que no cambia es que puedes elegirla. Y, después, cuadrar tus otros pensamientos con lo que has elegido.
¿Cuál es la historia buena?
Si lo que quieres es sentirte mejor, a secas, te ayuda pensar que quien te rechazó tiene un gusto pésimo. (Siguiendo con el ejemplo.) Tu ego, al rescate.
Si lo que quieres es aprender, te ayuda elaborar la historia poniendo el acento en lo que puedes mejorar para la próxima vez.
No existe una sola manera de ver o de interpretar las cosas que vives o los desenlaces de ciertas experiencias.
Dependiendo de lo que hayas hecho hasta ahora o de que tengas intereses nuevos, puedes elegir contarte la historia de lo sucedido de una manera o de otra.
Y, lo que es más gracioso, encontrarás la manera de cuadrarla. Darás con recuerdos o signos variados que la confirmen.
Obsérvalo. Prueba a contarte la misma experiencia de maneras distintas para comprobarlo.