Es frecuente encontrarse con personas que se lamentan de no haber aprendido tal o cual cosa cuando eran más jóvenes.
Pero, cada vez más, también es frecuente encontrar a personas que piensan que no es tarde para aprender. Personas que deciden aprovechar la oportunidad que hoy tienen para aprender lo que quieren.
Es cierto que tu cerebro (y todo tu cuerpo) es más flexible cuando eres joven. Eres más rápido captando y procesando la información. A partir de los 25 ó 30 años, cuesta un poco más.
Pero eso no significa que el cerebro se te acartone después de esa edad. Lo puedes mantener ágil. Y una de las actividades que te ayudarán a ello es, precisamente, seguir aprendiendo.
La edad no es el problema
Si la edad fuera el problema, quienes pasamos de los treinta hace tiempo nos hubiéramos tenido que conformar con lo aprendido hasta esa fecha. (En mi caso, no hubiera aprendido nada sobre blogs, optimización, etc.)
El verdadero problema es la creencia de que, después de cierta edad, aprender es misión imposible. Una creencia falsa, como demuestran los estudios recientes y como demostramos los aficionados a aprender cosas nuevas.
¡Ah! Y no olvidemos la cara menos amable del aprendizaje: Aprender lleva tiempo y supone esfuerzo.
Aprender cuesta trabajo
Lo bonito del aprendizaje son los resultados: Te escuchan hablando en otro idioma o prueban el bizcocho delicioso que sacas del horno y es probable que escuches decir: “Si fuera más joven, yo también haría eso”.
Mi padre, que está jubilado, se maravilla de todas las gestiones que pueden hacerse a través de Internet. Y es uno más de los que utilizan la excusa de que se les pasó el tiempo de aprender. ¿Qué le impediría aprender ahora?
Mi madre es el caso contrario. Ella se esfuerza por aprender sobre lo que le llama la atención. Eso implica ir a clases, leer, preguntar, pensar, probar, repetir pasos, corregir errores, etc.
Definitivamente, a mi padre lo que le detiene no es la edad, sino el esfuerzo que supone enfrentarse a lo nuevo y dominarlo. No confía en su capacidad o prefiere evitar esa trabajera, a saber.
Supongo que cada uno ha de elegir lo que le hace más feliz.
Yo tengo claro que, en este caso, me voy a parecer más a mi madre, a quien veo despierta y contenta a sus setenta y dos años; una edad estupenda para aprender, según veo. 😀