¿Por qué cuando alguien nos hace un favor, un regalo o una invitación nos sentimos en deuda con él/ella? Hablemos de cuándo, cómo y porqué devolver favores.
Ese sentimiento de obligación viene de una regla muy antigua, que es común a todas las culturas: la regla de reciprocidad.
Según dicha regla, cuando recibes algo (una atención, un favor…), de un modo u otro, te comprometes a devolverlo en el futuro.
Explicado así, suena feo porque resalta la deuda. Pero estamos hablando de una regla muy positiva, que ha favorecido la convivencia, el intercambio y, por tanto, nuestra evolución como especie.
En el contexto del trabajo o los negocios, yo te doy una cosa y tú me das otra a cambio. En las relaciones personales, yo te cuido cuando me necesitas y tú me ayudas a mí en otra oportunidad.
La regla es positiva, porque la persona que da no pierde del todo aquello que ofrece (tiempo, cuidados, dinero). Sabe que es probable que lo recupere más tarde, porque los destinatarios de sus favores se sienten obligados a corresponder.
En las relaciones con los familiares y amigos más cercanos, esta regla es muy flexible. No nos llevamos las cuentas de los favores. Cada cual corresponde de manera más libre y según sus posibilidades. Y, además, da gusto hacerlo (casi siempre).
Donde se nota más el peso de la obligación es en los favores y atenciones que debemos a personas menos cercanas.
¿Estás incómodo con las palabras “deber”, “deuda” u “obligación”?
Favor, con favor se paga
Y… quien paga, descansa.
El mecanismo de la reciprocidad está enraizado en nuestro comportamiento. Según esta regla básica de convivencia, cuando recibes un favor cargas con el peso de la deuda hasta que te libras de él. ¿Cómo? Pagando la deuda.
La misma cultura nos insta a pagar las deudas. Quien no lo hace, está muy mal considerado. Es un gorrón, un aprovechado o un desagradecido.
Y no sólo nos insta a pagar. También nos empuja a aceptar regalos y favores (los queramos o no). Si no aceptas una atención, incurres en una descortesía, un desprecio o un desaire.
La presión cultural recae sobre quien recibe, que queda obligado a corresponder. El que da primero tiene el control y sale ganando, porque es libre para elegir qué dar, cuándo dar y qué quiere a cambio.
¿Qué hay de los favores NO solicitados?
La regla de reciprocidad no discrimina entre favores pedidos o no pedidos; necesitados o no. Independientemente del caso, cuando recibes un favor, recibes también la obligación implícita de devolverlo.
Lo que hemos apuntado hasta aquí es sólo para tenerlo en cuenta cuando ciertas personas quieran usar este mecanismo en su beneficio, obligándonos a aceptar peticiones que, de no existir el sentimiento de deuda, no hubiéramos aceptado.
No creas que estamos hablando de una situación rarísima. Qué va… Ahí fuera hay gente (y empresas) que te dan regalitos: muestras “gratis”, invitaciones, servicios de prueba, etc., que sirven como gancho.
Posteriormente, se aprovechan de esa gratitud que sientes hacia ellos para venderte algo de mayor valor al regalito que te dieron.
Suerte que en los intercambios comerciales no existe tanta presión y el sentimiento de deuda es menor. Escabullirse del compromiso es más fácil.
Recibiendo regalos interesados
La mayoría de nosotros estamos en deuda con determinadas personas y correspondemos con gusto a sus atenciones, regalos y favores. Otros están en deuda con nosotros y no tienen ningún problema con eso. Es una dinámica de generosidad y gratitud.
La regla de reciprocidad es sana. El problema está en que a ti puede que no te apetezca crear un vínculo con determinada persona (o empresa) que utiliza esa regla para favorecer sus intereses.
Te hará favores o regalos para que te sientas agradecido. Y tú los aceptarás, concediendo el beneficio de la duda, por si la intención es buena. Hasta que la persona saque la patita y te pida lo que quiere a cambio.
En ese momento, tendrás la opción de corresponder (haciendo lo que no quieres) o la de no pagar la deuda (quedando como una persona ingrata). ¿Cuál es el menor de los dos males?
El segundo, siempre que hagas una redefinición de la situación: Lo que tú recibiste no fue un regalo (o un favor), sino un truco para sacarte algo de mayor valor.
En virtud de la regla de la reciprocidad, si alguien te da un favor, correspondes con un favor; si alguien intenta aprovecharse de ti, puedes corresponder con lo mismo, ¿o no? 😉
Para profundizar en el tema, puedes leer “Influencia”, de Robert B. Cialdini.
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Gracias por leer.
¿Cuál es tu postura en esos casos?