El ciclo de la esperanza

La esperanza es ese convencimiento interno de que lograremos aquello que nos hemos propuesto.

Se supone que la fuerza de la esperanza nos elevará por encima de los obstáculos e insatisfacciones de la vida y nos llevará a donde queramos ir.

¡Todo es posible! ¡Si mantienes la esperanza viva, puedes conseguir aquello que te propongas!

¿Es esto cierto? Rotundamente, no.

El punto de partida

Una actitud positiva es necesaria para lograr lo que quieres; es una parte importante, a veces imprescindible para motivarte, pero no lo es todo.

La esperanza no sirve de nada si no partes del lugar adecuado.

Por mucho que trates de convencerte de que lograrás algo, es improbable que lo consigas si no sabes dónde ir exactamente, cómo llegar y qué necesitas para avanzar hasta tu propósito.

camino de esperanza

  • ¿Te conoces a ti mismo? Conocerse a uno mismo supone ser consciente de las propias limitaciones y capacidades.
  • ¿Qué es lo que te has propuesto? ¿Sabes qué es lo que se necesita para conseguirlo?
  • ¿Has elegido tu camino? Si te conoces bien y sabes lo que quieres, ¿cuál es la ruta que seguirás?
  • ¿Estás preparado para sacar provecho de las oportunidades y de los fracasos que experimentes?

Las respuestas a preguntas como ésas son necesarias y no brotan mágicamente de la expresión: «¡Lo conseguiré!»

Además de una actitud positiva, has de tener conocimientos y, sobre todo, un plan.

¡Tu propio plan! Uno ajustado como un guante a tu propia vida, sin basarte en lo que ha funcionado para otros.

¿Preparado…? ¡Acción!

¿Te conoces y sabes por dónde vas a ir? ¿Tienes un plan y esperanza en los bolsillos? Pues déjame decirte que nada de lo anterior servirá si te quedas quieto.

Hay que moverse dando grandes o pequeñísimos pasos cada día y mantenerse en movimiento.

Posiblemente no te guste leer esto, pero no hay nada que sustituya al esfuerzo; tampoco la esperanza.

Si quieres conseguir algo valioso, has de moverte y trabajar.

¿Con esperanza? Muchísimo mejor, pero los días en los que ésta esté en su nivel más bajo, ¿qué harás? ¡Moverte! Seguir adelante hasta que se regenere.

La lectura de los resultados

Cuando vas cosechando buenos resultados gracias a todo lo anterior, tienes la sensación de que has invertido bien el tiempo. Ha merecido la pena mantener la esperanza y esforzarse por lograr el objetivo.

Pero, ¿y si los resultados son malos? La esperanza tiene la tentación de abrirle la puerta a sentimientos de culpa, frustración, tristeza… «¿Por qué me habré esforzado tanto?»

Nada garantiza el éxito. Tienes un buen plan, te esfuerzas y mantienes la esperanza. Debería salir bien, pero a veces no ocurre y son muchos los factores que contribuyen a eso y que no puedes controlar.

Sin embargo, tanto si sale bien como si sale mal, quédate con lo aprendido. Te será muy útil para continuar.

Volviendo a la esperanza

Lograr un buen resultado no es el final de la vida; lograr uno malo, tampoco. Habrá aciertos y errores; éxitos y derrotas.

Cuando se acierta o se tiene éxito, la esperanza queda intacta. Cuando se falla o se fracasa, puede debilitarse.

Ahí es donde conviene hacer acopio de lo aprendido: de todos los conocimientos y experiencias, y alimentar más que nunca la esperanza.

Ésta será la que nos de el impulso que necesitamos en ese momento. Porque, si la esperanza es lo último que se pierde, también es lo primero que se puede ganar.

Suma y sigue

Súmale aprendizaje a la esperanza y hazlos crecer tanto como puedas.

Ambos se necesitan y se complementan a la hora de plantearte cualquier objetivo.

Imagen de Massimo Valiani


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