Cuando estás enfermo has de cuidarte con más esmero, dejar que otros te ayuden y, por supuesto, seguir al pie de la letra lo que te prescriban los profesionales que te tratan.
A partir de ahí, tú decides cómo sobrellevar tu enfermedad.
Éste es un tema muy delicado. Como enfermedad cuenta desde ésa que te deja postrado en una cama hasta un catarro. Y más variadas que las enfermedades son las personas que las enfrentan.
Hay quienes siguen adelante, realizando actividades (dentro de sus limitaciones, obviamente). Y también están los que se encadenan a la etiqueta de su enfermedad.
Ya no es la enfermedad, sino la etiqueta la que condiciona el que te levantes o no de la cama, que hables o te calles, que te asees o que te quedes todo el día en pijama.
No, no puedo hacer eso. Tengo… [insertar nombre de enfermedad].
¿Te has planteado si la etiqueta influye en lo que te dices a ti mismo que puedes hacer?
A mí me hace poca gracia ponerme de ejemplo. Pero, ya que me tengo a mano, te cuento que me estoy enfrentando a una anemia (entre otros problemillas).
Soy respetuosa con las prescripciones médicas. Dentro de eso, si yo dejara que la palabra “anemia” decidiera, me quedaría en la cama el día entero. Y, desde luego, no escribiría ni media palabra, ya que con la anemia cuesta un mundo concentrarse.
Como atestiguan estas líneas escritas, ves que he decidido que la etiqueta “anemia” no me ponga más límites de los que en realidad tengo.
Vale. Me falta energía para escribir entradas complejas en el blog, para correr, para bailar frenéticamente… Pero, lo que puedo hacer (aunque sea poquito) no dejo que una etiqueta me lo quite.
Es mi decisión, mi estilo, mi modo de hacer frente a esta situación en concreto.
En tu caso, sólo tú decides qué hacer y cómo vivirlo. Y, ¿sabes? Bien hecho está. Tu postura y la mía son igual de válidas. 🙂
Imagen de tizzie