La gente acude a lo bonito. Esta lección te queda clara en tus primeros días de preescolar (o jardín de infancia).
Comienzas a ir a ese lugar. Quizás no tienes claro cómo interactuar con los humanos pequeñitos que te rodean. Parece que no les apetece jugar contigo. Te sientes un poco solo y triste.
Hay niños más desenvueltos, que despuntan en lo social antes de echar los dientes.
Pongamos que tú no eres de esos. Hoy también regresas a casa sin haber cruzado palabras con tus compis.
Pero una mañana te presentas en la sala con una bolsita de caramelos. E, inevitablemente, llamas la atención:
– ¿Me das uno?
Esa es la primera vez de tantísimas en las que puedes verte en esta escena.
Quiero eso que tú tienes. Dámelo.
La gente que te rodea quiere que le des el caramelito que tienes a la vista. Llámese: cuerpazo, billetera, imagen cool…
Puedes tener un mundo interior fascinante. Pero, sobre todo, de primeras engancha el encanto que se ve. Sin él, es más difícil que reparen en el interior.
Quien acude al cebo quiere que le des de “eso”.
Además, poseído por el efecto halo, presume que tienes más cualidades deseables, aparte de las visibles. Si te ve atractivo, confía más en ti.
¿Cuál es tu cebo?
Aunque muchos tenemos la tendencia de sucumbir a la belleza y otros cebos clásicos, no nos afectan a todos por igual.
La gracia está en que observes en qué suele picar MÁS la gente que te gusta y ver qué puedes hacer para poner un buen cebo ahí.
La gente que te gusta a ti:
- ¿suele picar en las te7as grandes?,
- ¿en los coches deportivos?,
- ¿quizás, en la cocina gourmet?,
- ¿en las películas de Wong Kar-Wai?,
- ¿en adorables frikadas que a ti te pierden?…
Fíjate bien en ello y enseña el caramelito. Que sea bien visible.
Si tienes dificultades para entablar tus primeros contactos con humanos, utiliza lo que aprendiste en preescolar.
(Yo es que sí las tengo. Por eso te digo.) 😀