Gestionar las emociones

¡Emociónate! Es algo importantísimo. Aunque no estamos defendiendo pasar de la risa al llanto, de la euforia desmedida al agujero negro de la desesperación…

Eso es lo que llaman labilidad emocional y se refiere a ser poco estable en la gestión de nuestras emociones, a reaccionar de manera desproporcionada ante determinados estímulos, exagerando su impacto en nosotros.

En el extremo opuesto, la rigidez emocional. En ocasiones camuflada en la siempre elogiable virtud de la templanza. No las confundamos tampoco. Ser cauto y templado no tiene nada que ver con tener la capacidad de emocionarse de una piedra.

Como siempre, en el equilibrio está la virtud.

La correcta gestión de las emociones supone ser permeables a aquello que nos haga sentir… ¡vivos!, dosificando y regulando nuestra respuesta ante esa situación.

Es otra habilidad compleja que los humanos solemos desarrollar en la mayoría de los casos. Otras personas no lo consiguen y ahí tienen su origen diversos trastornos de orden psicológico.

En estos casos es recomendable y necesario el re-entrenamiento en esta habilidad y sí, por supuesto que podemos desarrollarla y mejorarla durante toda nuestra vida.

Como mejor se aprende es practicando. Evitando las emociones no lograrás un mejor autocontrol, al contrario. Vive expuesto a ellas para que cuando lleguen sepas cómo gestionarlas.

Ríe, llora, enfádate… cuando así lo sientas. Recibe las emociones como parte ineludible de estar vivo y, cuando te llenen, toma las riendas. Eso te hará más fuerte que huir de ellas.

¿Cómo gestionar las emociones en nuestro beneficio?

Aquí no hay una respuesta única, porque depende de cada persona y, más aun, de las circunstancias que rodeen a cada persona. Sin embargo, en general, me atrevo a decir que las emociones han de pasar el filtro de la razón.

Quizás, cuando se trata de una emoción muy fuerte, nuestro cerebro no está en condiciones de analizarla, pero una vez pasado el primer impacto, sí lo está.

Racionalizar las emociones no es un contrasentido, en mi opinión. Va ligado a nuestra madurez, a la experiencia que hemos acumulado.

En definitiva, el proceso se resume en: (1) sentir, (2) controlar y (3) aprovechar.

Sí, es complejo, teniendo en cuenta los estímulos a los que a diario estamos expuestos.

No todos pueden ni deben colarse en nuestras emociones, pero, con los que sí lo hagan, lo más beneficioso para nosotros es procurar tomar el control.

¿Tú qué piensas de ello?


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