Hay distintos tipos de hábitos y hoy nos metemos con los emocionales. En particular, el hábito de enfadarse.
Enfadarse no es siempre una reacción espontánea, que se produce en una situación cualquiera. También puede ser un hábito. Uno que repites cuando se dan unas circunstancias determinadas.
Me he dado cuenta de que no es normal el cabreo que me pillo cuando salgo de casa y, al poquito, comienzo a ver un montón de tráfico.
El enfado se ha hecho automático
Como todo hábito, este tiene 3 partes: el desencadenante, el cabreo en sí y la recompensa.
Si a ti lo que te cabrea es levantarte por la mañana y ver que hace un tiempo de perros u otra circunstancia infernal, te invito a que traslades la explicación a tu caso.
1. El desencadenante: El tráfico. Reina la paz y, de repente, me veo envuelta en humos, ruido y conductores que creen que los pasos de peatones son elementos decorativos (hay algunos).
2. El hábito en sí mismo: El cabreo. La escena es estresante. Pero tengo más opciones, en lugar de sucumbir al estrés dejándome llevar por él.
El cabreo se ha hecho un hábito porque, cada vez que me he visto rodeada de coches, he reaccionado de la misma manera: cabreándome.
Podría haberme acostumbrado a cantar, a escuchar un podcast o a redactar una entrada de cabeza para escribirla al llegar. Pero, no.
3. La recompensa. El desahogo. Cabrearme por el tráfico es una excusa para dar rienda suelta a otros cabreos contenidos.
¡Malditos coches! ¿Por qué tienen que salir tantos a esta hora? ¿Y por qué no he podido yo salir antes?
La molestia del tráfico la enlazo con otras molestias que me oprimen.
Y para qué te digo que hay mejores opciones donde canalizar la tensión… Eso ya lo sabes. Enfadarse con los coches es una gran tontería.
(Aunque daré por bueno que la tontería me haya servido para escribir sobre los enfados recurrentes.)
Conclusiones
A veces te enfadas sin darte cuenta, porque te has enfadado muchas veces en situaciones parecidas.
Tu vida no está en peligro. La molestia es una amenaza ridícula. No hay daño que temer… Te enfadas porque es tu costumbre enfadarte cada vez que pasa “eso”.
Y “eso” puede ser: que haga mal tiempo, que te rodeen coches, que veas una falta ortográfica imperdonable, que suene una canción que te cae gorda… o a saber.
Si “eso” es una estupidez (como en mi caso) y decides que es mejor emplear la energía del cabreo de otra manera, rompe ese hábito emocional.
Una vez que te des cuenta del asunto, sustituye el frenesí del cabreo por lo que decidas: respirar, silbar, contar hasta 10 o lo que veas.
Te dejo con la pregunta obligada: ¿has notado algunas situaciones en las que te enfadas automáticamente, por hábito?