En esta entrada exploramos el hábito de postergar. Si estás pensando en procrastinar menos, estas ideas van a servirte.
Pensando en que la mayoría de lo que hacemos a diario está basado en nuestros hábitos (total o parcialmente), ¿no es hora de plantearnos cuáles nos benefician y cuáles nos están perjudicando?
Según Charles Duhigg, autor de «El poder de los hábitos», hay de un 40 a un 45 % de acciones que ejecutamos a diario pensando que son decisiones… Y no. Son hábitos.
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Los hábitos son acciones que ejecutamos de manera automática, porque están «programadas» en nuestro cerebro.
Me temo que tanto tú como yo tenemos en nuestro repertorio hábitos positivos y saludables, hábitos que no son ni buenos ni malos y también alguno hay que sale sobrando de lo negativo que es.
En esta ocasión nos referimos al hábito de postergar (o procrastinar).
Este, en muchas ocasiones, es uno de los más dañinos para el progreso en nuestras metas personales y en la vida que queremos.
¿Qué hacemos con el hábito de postergar?
Mantenemos este hábito porque acarrea efectos positivos a corto plazo. De lo contrario, casi nadie procrastinaría.
Pero postergar la obligación para dedicarse a otra cosa más placentera tiene dos caras. Puede verse como un alivio y también como un fracaso temporal.
Es un alivio, porque momentáneamente nos quitamos la presión de encima.
Y, aunque la palabra «fracaso» suene muy fuerte, también la podemos usar en este contexto. Porque hoy (temporalmente) hemos dejado pasar la oportunidad de construir lo que queremos.
Mañana lo hago
Dejarlo para mañana es una buena opción, siempre que lo que dejemos sea de poca importancia. Si lo que dejamos es algo realmente importante, no lo es tanto.
Porque no tenemos la certeza de que tú y yo estemos ahí para recuperar ese día todo lo que hemos dejado de hacer. Imagínate que se acumula una lista muy larga…
El día de hoy es todo cuanto tenemos. Y, aunque parezca uno de tantos, es un día importante. Es único e irrepetible.
Un día para aprovecharlo en lo que es importante, para disfrutarlo y para avanzar, por si mañana tenemos el privilegio de despertar de nuevo.
¿Nos quitamos la costumbre de procrastinar?
Ocasionalmente, todos procrastinamos. Tampoco es ningún drama. El problema es cuando lo hacemos continuamente. Ahí es donde la procrastinación se vuelve un hábito.
Y, cuanto más sigamos procrastinando, más sólido se vuelve dicho hábito y más difícil es deshacernos de él. Con el tiempo, uno se hace muy hábil poniendo excusas para no hacer lo que no quiere:
- Esto es muy complicado.
- Qué mal se me da…
- Qué dolor de cabeza me está entrando…
¿Cuál es el modo de salir de ahí? ¿Cómo se quita el hábito de procrastinar?
Haciendo pequeños cambios.
Muchos se tienen a sí mismos por un caso perdido. Saben que la procrastinación no es beneficiosa. Y, aun así, siguen distrayéndose y dejando las cosas para el último minuto.
¿Quien es así, es así y no puede cambiarlo?
Por supuesto que, quien quiera, puede cambiar este hábito. Quizás le lleve tiempo sustituir unas acciones por otras. Quizás siga procrastinando ocasionalmente, como todos hacemos.
Pero… de que puede, puede cambiar. Alguna mejora realizará si se lo propone.
¿Es tu caso?
Si es así, por unos días puedes hacer la prueba con estas 5 medidas.
5 Medidas para ir cortando con la procrastinación
1. Haz un plan del día.
Anota qué es lo más importante que vas a hacer y a qué hora vas a dejarlo listo. Considera tus prioridades. No hagas una lista de tareas demasiado larga.
2. Elimina tus distracciones frecuentes.
Toma medidas para restringirte el acceso a las redes sociales, a la tele, al móvil… o a lo que sea que te distraiga mientras estás ejecutando tus tareas.
3. Acércate a personas activas.
La actitud “se pega”. Si te acercas a personas que le dan buen uso a su tiempo, te motivarás más. Y, si estás en compañía de personas dejadas y desorganizadas, eso mismo se te pegará.
Tu verás a quien te acercas.
4. Asegúrate la diversión.
En tu plan del día, hazles un hueco a las distracciones de las que te has privado y a otras diversiones. Cada cosa a su tiempo. La clave es no mezclar obligación con devoción.
5. Di NO a las excusas.
Cuando te asalten el “no tengo ganas” o el “por un día no pasa nada”, ponles un alto. Deja las dudas y ponte de inmediato con lo que necesitas hacer.
Intenta lo anterior, aunque no te salga perfecto. Pruébalo por unos días. Vas a ver que procrastinarás mucho menos y, con ello, te probarás que no eres un caso perdido.
Hay personas a quienes les gustaría ser más organizadas y productivas, pero no hacen nada al respecto porque creen que se necesita de una misteriosa cualidad con la que se nace o no se nace.
Se supone que cierta propensión a procrastinar viene determinada por los genes, según apuntan algunos estudios. Pero eso no es excusa para cruzar los brazos.
Hayas nacido con más o con menos facilidad para cambiar este aspecto, tienes un margen de cambio.
¿Quieres aprovecharlo? ¿Te atreves a probar?