Pensando, pensando… llegas a la conclusión de que el principal responsable de tu patinazo fuiste tú. Ni el gobierno, ni el amigo que te dio un mal consejo, ni la mala suerte.
Quizás influyeron unas cuantas personas o circunstancias ajenas a ti en lo que te ha ocurrido. Pero, en un ejercicio de honestidad y valentía, admites que la decisión última fue cosa tuya. Y qué mal… qué mal salió…
Enhorabuena
Es una gran noticia que aceptes tu parte de responsabilidad. El principal beneficiado vas a ser tú. Ahora mismo, que estás convaleciente del golpe, seguramente no lo veas. Más adelante, seguro que sí.
(1) Gracias a que admites tu error, vas a poder aprender del mismo, corregirlo (si procede) y aprovecharte de la lección que deja.
(2) Gracias a que asumes tu responsabilidad, eres consciente de que buena parte de lo que acontezca en un futuro está en tus manos. Y eso es estupendo para generar confianza en ti mismo.
Si la culpa es siempre de otros: del gobierno, de los astros, de los genes, de tus padres, del vecino… o de lo que sea que pase, ¿qué puedes hacer tú? ¿Y para qué habrías de hacer algo?
¿De qué sirven tus habilidades o tus conocimientos? ¿De qué sirve tu deseo de construir tu vida a tu manera? ¿De qué, si tú ni pinchas ni cortas?
Desde luego que no lo puedes controlar todo. Pero una buena parte, sí. Y ésa es la que reivindicas cuando reconoces tus éxitos o tus meteduras de pata.
Cuando asumes tu responsabilidad, estás diciendo que sí a tu poder para actuar y para cambiar una situación, dentro de las limitaciones que todos tenemos.
Es una buena noticia que quieras aprovechar esta oportunidad.