Hemos venido apuntando ideas muy variadas para mejorar la productividad. Así cada cual puede elegir con cuáles se queda.
A continuación, recolectamos cinco, que quizás no sean de las más populares, pero son útiles para aquellos que las practican.
¿Quién sabe? Puede que te interese probar alguna y sea para bien.
1. Dejar la tarea sin terminar
Después de terminar una tarea, muchos tomamos un breve descanso antes de pasar con la siguiente. Una alternativa sería comenzar con esa nueva tarea y dejarla avanzada antes de tomarnos el descanso.
¿Por qué funciona esto?
Porque al cerebro le gustan las cosas completas. Y, durante el descanso, es probable que trabaje en el modo de concluirla. Además, al volver al trabajo cuesta menos retomar el hilo por dónde seguir que empezar de cero la tarea.
(Más explicado, aquí.)
2. Dar prioridad a una tarea poco urgente
¡Qué locura! Tiene más sentido ponerse de inmediato con lo que no puede esperar. Sí, pero de este modo estamos atendiendo continuamente los asuntos y tareas urgentes, que no terminan.
Si es posible, la idea es quitarse de encima una tarea antes de que se convierta en una emergencia.
¿Funciona?
Es un modo de ir haciendo más corta la lista de urgencias cotidianas, disminuyendo con ello la carga de estrés, lo que, probablemente, redundaría en una mayor eficiencia y productividad.
Un ejemplo: Encuentras la ocasión de poner hoy la lavadora y lo haces, entremetiendo la tarea entre otras más urgentes. Consecuencia: El fin de semana tendrás una emergencia menos en tu lista y podrás relajarte o atender otros menesteres.
3. Garantizarle un tiempo a la diversión
Otra vez procrastinando; viendo vídeos graciosos en Youtube o comentando en Facebook, en lugar de estar con la mente puesta en el trabajo. Pero, ¿qué le vamos a reprochar a la mente, cuando nos pasamos el día entre tareas serias y productivas?
La mente necesita sus ratitos de esparcimiento y, si no se los damos, se los toma por su cuenta. La idea es garantizarle esos ratos de diversión: risas y relax, que no falten en la agenda.
¿Por qué funciona?
Porque la mente sabe que, detrás del tute de trabajo que le das, la diversión está asegurada. Así es más fácil convencerla de que se concentre para acabar el trabajo prontito.
4. Limitar las horas de trabajo
La idea es establecer unas horas para el trabajo (y no pasarse de ahí). No demasiadas. Trabajar a lo burro, una semana tras otra, no es sostenible. Por mucho que te guste tu trabajo, tienes bastantes papeletas para acabar quemado.
¿Cuántas horas, entonces? Depende de ti y de lo que hagas. Lo que cuenta es que las limites y que priorices la calidad a la cantidad.
¿Por qué funciona?
Porque, obviamente, recortas en cansancio (otra causa de procrastinación).
Además, al tener un límite de tiempo, procuras ceñirte a él. Y, teniendo en cuenta la ley de Parkinson, probablemente hagas el mismo volumen de trabajo en ese límite que si te das todo el día para terminarlo.
5. Ante la presión, salir a caminar
El trabajo tiene que quedar listo pronto, el tiempo para terminarlo está muy ajustado y la mente está que hecha humo. ¿A quién se le ocurre salir a dar un paseíto en ese momento?
Pues hay quien lo hace y, a su regreso, tiene la energía y la inspiración suficientes como para recuperar el tiempo que ha invertido en ese paseo y, además, salir airoso en el trabajo.
¿Funciona?
Si lo has probado, ya sabes que sí. Al volver de caminar estás más relajado y logras concentrarte más fácilmente. Y también tienes más energía para volcarla en la tarea.
Lo del paseo es infalible para mí. ¿Qué prácticas funcionan en tu caso?
En definitiva, de lo que se trata es de que uno pruebe con ideas diferentes hasta encontrar las que mejor le van para sacar adelante sus responsabilidades.
Quizás entre tus opciones favoritas se cuele una que no le da buenos resultados a la mayoría. ¿Y qué? En tanto a ti te sirva, es una buena idea.
Imagen: Moleskine + muji = power