5 Ideas para motivar a tu amigo en su cambio de hábitos

Llevas un tiempo practicando hábitos saludables. A tu amigo, que te ve cada día en mejor forma, se le ocurre hacer lo mismo. O, tal vez, ha sido su médico quien le ha llamado la atención sobre lo perjudicial de su estilo de vida.

El caso es que te encuentras con la papeleta de ayudar a tu amigo en su proceso de cambio y decides aceptarla. ¿Cómo vas a acompañarle en su objetivo?

Aquí tienes algunas ideas que pueden servirte en esa situación.

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1. Prescinde de las regañinas

No puedes convencer a una persona para que cambie de hábitos si no está germinando una intención de cambiar por su parte. Puede que, ya que se le pase el susto que le ha dado el médico, decida seguir haciendo lo mismo que hasta ahora.

Por tanto, ahórrate los sermones, las críticas o las manipulaciones. Quizás consigas que tu amigo sienta culpa o vergüenza y que su motivación parta de ahí: de tu presión, de la presión del médico y de la sociedad en su conjunto.

Sí, sí… Eso también motiva. Pero la motivación es más débil cuando surge de presiones externas que cuando nace del convencimiento propio.

Una opción preferible, si aprecias a este amigo, es alimentar su deseo de cambiar por sí mismo (o sea, su motivación autónoma). ¿Cómo? Las propuestas que siguen son buenos ejemplos.

2. Deja que te vea en acción

En realidad, ya ha visto que estás como una rosa. De ahí que te considere a ti un mejor modelo que a su primo Alberto, que pasa el día aplastado en el sofá.

Eso podrías aprovecharlo para mostrarle lo más positivo de tus hábitos en situaciones concretas.

Por ejemplo, en el terreno de la comida. Si va por ahí el cambio, podrías invitarlo un día a un almuerzo en casa. Gracias a tu ejemplo, él vería que puede comer sano sin necesidad de gastar más dinero o de pasarse incontables horas en la cocina.

Otro ejemplo, el ejercicio. Un día le puedes proponer un paseo (a pie o en bici) por un sitio bonito. Así verá que el ejercicio físico no se reduce a sudar y sufrir. Puede disfrutar de hermosas vistas, relajarse e intercalar conversaciones interesantes en la caminata.

3. Ayúdale a descubrir opciones

Aprovecha las preguntas que te haga para dar explicaciones sobre eso mismo que te pregunta (nada de discursos o sermones) y así tenga más información.

Y, para que encuentre lo que le sirva a él/ella, podrías remitirlo a buenas fuentes que conozcas: libros, cursos, páginas en internet, etc.

Básicamente, tu papel es el de un guía, que permite que él/ella explore y elija por su cuenta, ya que en esto de los hábitos saludables no hay una única manera de hacer las cosas.

Además, cuando una persona goza de más autonomía en sus decisiones, más se motiva y más se compromete con el cambio positivo que quiere.

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4. Háblale de tu progreso

Comparte lo bueno; lo contento que estás desde que empezaste a madrugar, a hacer ejercicio o a lo que sea. Y cómo tu vida ha cambiado a mejor desde que estás en esa línea.

Pero no olvides compartir también “lo malo”. Sí, háblale de los inconvenientes, de tus errores, de cómo te has sentido en los días malos y de lo que has hecho para seguir adelante.

Esas confidencias sirven para conectar emocionalmente. Tu amigo verá que tú también has pasado (o pasas) por dificultades y que también tienes dudas o días difíciles.

Y, de paso, sirven para que él/ella ponga los pies en la tierra y se trace objetivos realistas en su propio progreso.

Si bien es cierto que él/ella encontrará sus propios obstáculos en el camino, está bien que parta con la idea de que necesitará plantar cara a momentos difíciles. Más preparado estará para afrontarlos cuando lleguen.

5. Comparte actividades… ¡y triunfos!

Genial. En este caso, la envidia de tu amigo no ha podido ser más sana. Él/ella está iniciando un estilo de vida más saludable. Obviamente, eso le beneficia a él/ella. Y a ti también podría beneficiarte.

En tu amigo tienes a un compañero con el que podrías compartir experiencias e información. Los dos ganáis en el intercambio y, mutuamente, os inspiráis para seguir por el buen camino.

Eso incluye la celebración de los progresos, cómo no. Tú estarás ahí, aplaudiendo sus pequeñas victorias cotidianas. Y él/ella estará a tu lado para celebrar las tuyas.

 

Desafortunadamente, en la vida real es más fácil “contagiar” los malos hábitos que los buenos (porque los primeros suelen requerir menos esfuerzo).

No obstante, el “contagio” de los buenos hábitos también es posible. Y encontrar un beneficio para ambas partes “contagiadas”, es la guinda del pastel. ¿No te parece?


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