Son las 6:50. ¡Bien! En 10 minutos me da tiempo a salir.
¡Voy a toda mecha!
Y ahí vas.
Pones la cafetera y, mientras sube el líquido salvavidas, te vas vistiendo.
Un momento. El pantalón no queda bien. Hay que cambiarlo.
Un poquito más de correteo mañanero, para coger esto y ponerte aquello.
Casi terminas. En tu cabeza no ha pasado mucho tiempo. Si acaso, 5 minutejos de nada. Pero miras el reloj y descubres que son las 7:10.
¡No, por favor! ¿Tanto tiempo he tardado?
Si te ves reflejado en una escena parecida, choca esos cinco.
También he tenido esa ilusión. La ilusión de que el tiempo no pasa o de que va más despacio que yo.
Necesito llegar. Que estos minutos den de sí, que se queden quietos hasta que termine de arreglarme.
Pero al reloj le importa un rábano lo que yo prefiera. Continúa implacable: tic-tac, al mismo ritmo de siempre.
Sí, sí… ¡Ahora voy!
Otra mentirijilla que decimos en voz alta o en monólogo interno.
La misma ilusión. El optimismo de que el tiempo se detiene para que “ahora” siga siendo “ahora” unos minutos más tarde.
Que te he dicho que voy ahora, hombre.
Pero no es así.
Porque “ahora” sigue siendo “ahora” para mí. Pero al pobre hombre lo tengo esperando.
Él sí se da cuenta de que están pasando los minutos. Lo dejo ahí, quieto, pendiente del reloj y de mi tardanza.
Él no tiene la ilusión de que el tiempo no pasa. Lo está viendo pasar, mientras yo termino de recoger lo que me falta para salir y sigo insistiendo en que “voy ahora”.
__
Más entradas sobre la percepción del tiempo:
- ¿Tienes la sensación de que los días pasan volando?
- Tu carrera contra el tiempo.
- ¿Puedo hacer que el tiempo pase más rápido?
Gracias por venir.