¿Vas a realizar hoy algún gesto valeroso? Eso nunca se sabe.
Imagínate que sales de casa y tienes la oportunidad de evitar que asalten a una ancianita. O, sin salir de casa, imagínate que se declara un incendio en el edificio y sólo tú puedes hacer algo para rescatar al vecino. ¿Intervendrías?
Esperemos que hoy no se den esas circunstancias tan dramáticas. Tomémoslas sólo como ejemplos de la valentía que surge en situaciones extraordinarias.
Personalmente, me cuesta imaginarme actuando con valentía en ese tipo de situaciones y en otras más simples y cotidianas. Porque el “músculo del valor”, si no se ejercita, se atrofia con el tiempo.
El valor no sólo se demuestra en situaciones extremas. Cada día nos da pequeñas oportunidades para ser valientes. Por ejemplo:
- La oportunidad de cambiar ligeramente de look.
- La de hacer un intento ahí donde nos somos habilidosos.
- La de decir lo que pensamos, mirando tranquilamente a los ojos.
- La de responder a una situación de manera totalmente distinta a la acostumbrada…
¡Ay, la costumbre!
Ésa es la razón por la que uno es más reticente a correr riesgos conforme pasan los años. Nos apegamos a lo de siempre, a las mismas situaciones y a las mismas formas de actuar.
Eso nos hace cada vez más vulnerables ante los cambios que habrán de llegar, por mucho que queramos permanecer instalados en lo seguro y previsible.
Reaccionamos en automático, repetimos lo mismo: Si llevo media vida haciéndolo así, ¿por qué voy a hacerlo ahora de un modo distinto? ¿Y qué otra cosa podría hacer?
¿Qué otra cosa…? Ahí se ve que el apego a la costumbre no sólo nos hace menos valientes. También nos resta imaginación. No somos capaces de vernos actuando de un modo distinto.
Imagínate el cambio
El valor empieza en la imaginación, cuando te atreves a verte a ti mismo haciendo las cosas de un modo distinto.
Te atreves a imaginarte sonriendo, donde antes has bajado la cara. Te imaginas exponiendo lo que piensas con quien no lo has hecho hasta ahora. Puedes verte cruzando una puerta que te lleva a un lugar distinto al de siempre.
Y, entonces, te atreves a salir mínimamente de la costumbre. Aprovechas la oportunidad que te brinda el día para ser un poquitín más valiente:
– Qué hortera eres. ¿Cómo escuchas esa música?
– La escucho porque me gusta. ¿A ti no?
Imagínate sin dar explicaciones. Imagínate tranquilo, a gusto contigo. Imagínate libre de la necesidad de aprobación. Imagínate siendo tú.
Imagínate un pequeño cambio y toma de ahí el impulso. Atrévete con las oportunidades cotidianas para ejercitar el “músculo del valor”. Porque, tanto tú como yo, lo necesitaremos en plena forma para mayores gestas que llegarán.
¿Qué vas a hacer tú hoy de un modo distinto? ¿Qué pequeño riesgo vas a correr?
Imagen de stevendepolo