Las semillas de la autoestima

La autoestima es esa relación de amor que está presente en cada paso que damos.

Según se encuentre nuestra autoestima, así nos relacionaremos con otras personas. Influye en lo que hacemos y en lo que no.

La autoestima hace que nos motivemos para alcanzar algo que vemos a nuestro alcance o que nos hundamos dando por perdido un objetivo.

La autoestima funciona igual que otra relación personal basada en el amor. La diferencia es que la autoestima es la base de todas. Si esta no es sólida, las demás relaciones se tambalean.

Al igual que con otras relaciones, uno puede mejorar la relación consigo mismo. La autoestima no se distribuye en dosis quedándose cada persona con la suya para toda la vida. El amor que sentimos puede fortalecerse o debilitarse.

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Fortalecer la autoestima o curarla si se encuentra herida no cuesta más trabajo que el que supone tener bonitos detalles con una persona. En este caso, con uno mismo; con alguien que nos acompañará toda la vida.

La autoestima no se genera pensando o diciendo: «Me amo.» «Soy especial.» «Conseguiré todo lo que me proponga.»

Misión imposible. ¿Acaso amas a alguien por el simple hecho de repetir «te amo» una y otra vez?

La autoestima se genera con acción, llevando a cabo gestos que van en consonancia con ese amor. Aquí recordamos ese oportuno proverbio español de todos conocido: «Obras son amores y no buenas razones

  • Hablar con cariño y respeto de uno mismo;
  • concederse el derecho a equivocarse;
  • superar los pequeños y grandes miedos;
  • regalarse un pequeño espacio de calma;
  • actuar sin sentirse atado por la opinión de otros;
  • reconfortarse a uno mismo tras un mal momento
  • y, sobre todo, estar ahí incondicionalmente.

Esas son parte del conjunto de acciones que fortalecen la autoestima; una parte de las muchas semillas que la generan.

Si quieres cosechar amor, siembra amor.


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