Partamos de este momento: Tú, en la cama, en esos instantes en los que estás despertando.
Antes de que termines de recordar con qué has estado soñando, comienza a colarse en tu mente el menú de obligaciones para el día.
Son muchas. Tantas que, cuando las repasas, ya estás cansado y lo que más te apetece es volverte a dormir.
Qué bien que no lo haces. Apuras hasta el último momento en la cama y, finalmente, te lanzas a por el día.
Quizás comienzas con tu rutina mañanera, que puede parecerse a ésta: lavarte, vestirte, algunas tareas del hogar… y ¡hala! Sales de casa o, si trabajas en ella, te pones con el primer hueso duro de roer.
Si a ti te gusta cómo tienes organizadas tus mañanas, genial. Pero si “odias” el amanecer por las prisas y la carga que se te viene encima, podrías experimentar levantándote un poquito antes.
Levantarte 20 minutos antes hace la diferencia
He apuntado varias veces la idea por el blog. Porque, así como la ves de simple, puede marcar la diferencia entre un día asqueroso y uno más agradable.
Es distinto empezar el día con estrés a empezarlo más tranquilo. Por ejemplo, montando una rutina que tenga estos elementos:
- Autocuidado (aseo, desayuno, etc.).
- Movimiento (estiramientos, unas flexiones, bailar una canción mientras se hace el café… o lo que sea)
- Espacio para pensar en lo que te da fuerza (lo que quieres hacer, tus planes para la tarde, el amor de tu vida… o en cualquier otra cosa).
Y, después, activado y con la mente en calma, das la cara a tus prioridades para hoy.
Para eso, no tienes que levantarte un par de horas antes. Yo sí lo hago. Pero es porque una de mis actividades preferidas del día es salir a la calle cuando está por amanecer.
Tu rutina no tiene porqué ser igual que la mía. La propuesta es, básicamente, quitar las prisas.
¿Madrugarías unos minutos más para comprobarlo por ti mismo?
Imagen de sultan alghamdi