Otro triste suceso frecuente: cuando llega lo que esperabas y no le prestas atención.
¿Será que prepararlo o anticiparlo se la llevó toda?
Esta entrada me la inspira una anécdota que mi hermana compartió conmigo. Estuvimos reflexionando a dúo sobre este asunto.
Sitúate. Es de noche. Estás dos horas de pie aguardando que pase un desfile. La gente se agolpa. Te pisa. Te empuja. Pero tú aguantas todo ese rato ahí quieto, porque el espectáculo lo vale.
Te hablo de una procesión de Semana Santa. En mi pueblo las preparan a conciencia. Vienen muchas personas de fuera a verlas. Es arte en movimiento, al margen de lo religioso.
Mi hermana estuvo esperando esas dos horas en pie, además de por el arte, porque ella extrae un significado más profundo del desfile.
El fuego alumbrando el camino. La nube de incienso. Los tambores violentos precediendo unos tronos con figuras que expresan un dolor intenso. Tras ellas, una música suave anunciando la muerte.
Cuesta poco dejarse envolver por las emociones que expresa la escena. Menos aún, después de haber estado esperando dos horas para que se diera ante tus ojos.
Ahí, intentando meterse en el momento, observó que muchas personas no estaban prestando atención. Reían o charlaban animadamente sobre cualquier cosa.
En particular, la mujer que estaba al lado de ella también aguantó dos horas en pie. Y, mientras pasaba el desfile ante sus ojos, hablaba de cómo guisó las albóndigas ese día.
Imposible no escucharla. Tuvo que alzar la voz para subir por encima de los tambores fúnebres, que estaban estorbando.
¿Esperar dos horas para que, cuando al fin ocurre, no le prestes atención y prefieras hablar de albóndigas?
Parece raro. Pero, después de pensar un rato en ello, vi que pasa a menudo. Creo que a todos nos ha pasado.
Esperarlo con ganas y no apreciarlo después
Como cuando cuentas los días para las vacaciones. Las celebras por anticipado. Te emocionas. Y, cuando llegan, te desinflas. ¡Bah!
Como cuando tienes una cita con alguien a quien ansías ver. Y, mientras estás con él/ella, te pones a mirar el móvil.
Como cuando, al fin, se da esa oportunidad profesional para la que te estuviste preparando. Y, cuando la tomas, estás más pendiente del resto de oportunidades que has dejado ir.
O como cuando tienes ganas de escribir (como yo hoy). Quieres que llegue la hora. Y, cuando llega, cualquier distracción te secuestra.
Secuestra tu atención, si tú quieres
Ahora mismo, yo me estoy negando a dejar de prestar atención. He estado esperando este momento contigo y no quiero dejarlo ir sin envolverme en él.
Esto es un recordatorio para mí. Ojalá que a ti también te sirva.
Presta atención. En especial, si ocurre eso que estabas esperando.
Imagen de Sarah Richter en Pixabay.