¿Por qué pretender que la felicidad sea como ese amor desconocido que llega a buscarnos a la puerta de casa? ¿No es más fácil salir de esos muros para facilitar que nos encuentre?
Hoy optamos por salir, por vivir, sintiendo el calor en el corazón de ese amor cuya llegada es inminente.
Optamos por saborear esas palabras que intercambiamos.
Nos dejaremos inspirar y animar por ellas. Y, las que salgan de nuestra boca, volarán con nuestro aliento para tocar el corazón de la gente. Hoy, cada uno de nosotros, tenemos algo que contarle al mundo.
Optamos por tratar nuestro cuerpo y nuestra alma como un tesoro, imperfecto pero valioso. Dejaremos que se expresen, que se equivoquen, que disfruten, que vibren…
Optamos por aligerar la lista de preocupaciones vanas, por liberarnos de ataduras que no necesitamos, por perdonarnos a nosotros y a cualquiera que pudo herirnos, por hacer sitio a la palabra que más felices nos hará en toda nuestra vida: amor.
Optaremos por facilitarle la llegada. ¿Nos esquivará? ¿Nos rehuirá?
No, no lo hará. El amor no es limitado como el dinero, que bien se dice que no crece en los árboles. El amor sí lo hace. Crece en los árboles y en todo tipo de lugares, salvo en los corazones fríos.
Nuestro corazón hoy es cálido, acogedor, fértil y generoso. Sin darnos cuenta, el amor no sólo ha llegado sino que se ha instalado en él.
La vida cambia radicalmente cuando de nosotros nace amor y lo compartimos con otros.
De todas las palabras, hechos, quehaceres y conceptos, el amor es lo más importante. Tanto, que es el que llena de sentido la vida.
Imagen de Bob.Fornal