Vas por la carretera y quieres parar a comer. Como no conoces la zona ni tienes mayores referencias, te decides por el restaurante donde ves otros coches estacionados.
Que haya gente, es una buena referencia. Si otros lo desean, algo tendrá, ¿no?
Como moscas a la miel o moscas a la m¡erda
Millones de moscas no pueden estar equivocadas. Imaginemos que no lo están. Una conduce a la otra donde está lo bueno, hasta formar una nube negra de deseo.
Deseamos más aquello que vemos que otros desean. La persona que otros desean. El coche que otros desean. El restaurante con más tenedores.
Y esa película de la que todo el mundo habla, también es más apetecible que la cosa alternativa que han visto cuatro gatos…
– ¿De qué país dices que es esto?
Pero un día lo haces. Te atreves con lo menos concurrido o popular.
Te atreves a pisar un lugar que nadie desea
Porque alguien tiene que ser el primero en probar. Y quieres ser tú. ¡Venga!
Le pides una cita a una persona que te da buena espina. No es popular, quizás por su estilo ochentero en el vestir. Pero resulta que tiene un sentido del humor que va con el tuyo. ¡Bien!
Aprovechando la conexión, os vais a ver la proyección de esa película rara.
– ¿De Cuba?
Sí, una comedia sobre vampiros en La Habana. Inolvidable, por las agujetas en el abdomen que os deja de tanto reír.
Despides a tu cita. Te encaramas al coche pensando en repetir con otra experiencia pionera.
Oscurece. El hambre se hace presente. Por la carretera divisas un establecimiento solitario en el que puedes parar para comer algo.
Será porque vienes del cine, que te acuerdas de lo mal que le fue a Janet Leigh en Psicosis cuando paró en aquel motel. Y no. Ya cubriste el cupo pionero por hoy.
Prefieres ir a lo seguro y parar donde ves a otros estacionados.
Hay momentos para hacer de pionero y otros para dejarse guiar por la flecha del deseo. ¿Vives ambos?