La felicidad tiene más que ver con la actitud que adoptamos en la vida, que con las circunstancias vitales que nos afectan.
Esto les tiene que sonar fatal a todas esas personas que van de lucha en lucha y de golpe en golpe.
Aunque, por poco creíble que resulte, aun cuando la vida no pinte de rosa, cada uno de nosotros puede sentirse un poquito más feliz (o un poquitín) si se lo propone. Y no mintiéndose, sino cambiando de actitud.
Ahora, ¿cómo alimentar esa actitud favorecedora?
Mary Jaksch (en Goodlife Zen) nos propone un ejercicio, que el psicólogo Nathaniel Branden ideó para espolear la autoestima, pero que también puede servir para sentirse mejor, más feliz.
Se trata de completar una frase que, más o menos, quedaría así:
(No he respetado mucho la traducción, pero da igual.)
Esa frase tendrías que completarla con lo primero que te viniese a la mente. Lo ideal es que le escribas varios finales, sin importar que se contradigan, y que hagas esto durante varios días.
Deduzco que habrías de tener presente que fuesen cosas que estén bajo tu control.
¿Para qué sirve este ejercicio?
Para que te des cuenta de qué puedes hacer para estar un poco mejor y acecharlo, apreciarlo o atraparlo (según cómo hayas completado la frase).
En pocas palabras, te coloca en una posición activa.
La vida seguirá teniendo sus complicaciones, pero tú estarás pendiente de cómo ser más feliz (aunque sea un poquito). Y recuerda que esa alegría de vivir no sólo te beneficia a ti. La felicidad es altamente contagiosa. 🙂
A ver si alguien se anima a probarlo. A mí no se me ocurrían los al menos 6 finales que recomiendan para terminar la frase. 😆 Trataré de hacerlo mejor.
Imagen de Diana Thorold