Más bueno que un santo

Hoy hablamos de hipocresía y de porqué es una mala idea proyectar una falsa imagen de santidad.

Con todo respeto, usaremos las palabras «santa», «santo» y «santidad» para describir a aquella persona que piensa de sí misma que es un dechado de bondad y rectitud, o que pretende hacérselo creer al resto.

La persona que va de «santa» lo hace para ganar la aceptación y la admiración de los demás, y para sentirse mejor consigo misma.

Cuando quiere resaltar, critica comportamientos de otros que le parecen inadecuados y se pone de ejemplo, explícita o implícitamente, de lo que se supone que es actuar de manera correcta.

santo

El «santo», frecuentemente, niega o enmascara sus propios defectos y debilidades por miedo a ser juzgado. Prefiere poner el acento en lo que otros hacen mal y así evita prestar demasiada atención a sus limitaciones y que otros lo hagan.

Esta actitud conlleva inconvenientes, de los cuales nos fijaremos en tres:

1. La mala relación consigo mismo.

El «santo» rechaza sus imperfecciones y, en lugar de aceptarlas y tratar de mejorar (que sería algo más saludable), se avergüenza de ellas y procura enterrarlas para que no se noten.

2. La injusticia que comete con los demás.

Se atribuye el derecho de juzgar y condenar a otros desde su posición de supuesta superioridad.

No considera que alguien pueda tener otro punto de vista o, simplemente, el derecho a elegir y a equivocarse.

3. Suele atraer a otros «santos».

La gente imperfecta (no «santa») trata de evitar relacionarse con alguien que les recrimina sus decisiones y errores haciéndoles sentir mal.

Entonces, ¿quiénes se acercan al «santo»? Otros «santos».

Se le acercan personas como él; dispuestas a juzgar severamente a otros y sus conductas. En definitiva, personas asustadas de sus defectos y, sí, muy negativas.

 

En realidad, ¿tiene alguna ventaja a largo plazo engañarse a sí mismo y engañar a los demás, juzgándolos de paso?

Imagen de Mr Strangestain


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