¿Cuántas veces te has arrepentido de compartir tu mala situación con otra persona? Han sido unas cuantas, ¿verdad?
En ese momento, quizás hayas recordado un antiguo consejo: No cuentes tus problemas a nadie. ¿Es este un buen consejo?
Qué tan bueno es, vas a decidirlo tú. Mi postura va más por el lado de ser selectivo (muy selectivo) a la hora de hablar de tus problemas.
Todos nos necesitamos. Hay problemas que resolvemos mejor con ayuda de otros. Y la colaboración deseada es más una oportunidad de acercarnos a otra persona, que una carga de la que huir.
Pero ese es mi punto de vista. Yo soy Casandra. Estás en TBM. Y, como tú, me he arrepentido de abrir la boca en alguna ocasión.
Hay aspectos a considerar antes de hacerlo. Pensemos en ellos.
Tus problemas son cosa tuya
Resuélvelos. Son tu responsabilidad. No culpes a otros ni les endilgues la carga de tus problemas.
Algo así nos apuntaba Lou Holtz, añadiendo que a la mayoría no le importan tus problemas y el resto se alegra de que los tengas.
¿Tiene razón? Fijémonos en el primer gran grupo. Voy a comentar tres.
1) Las personas a quienes no les importan tus problemas
Hay personas que te conocen poco o nada. Y otras, aun conociéndote, pasan un kilo de tus problemas y de los míos.
Pero no todas lo hacen a mal, porque sean unas insensibles sin corazón. O porque prefieran distracciones placenteras a que tú les calientes la olla. (Que también hay un buen número.)
Es que todas las personas tienen problemas. Y, tal vez, entre los propios y los problemas de otras personas en los que se hayan involucrado, sean demasiados.
Hay que tener en cuenta que los problemas, las quejas o los secretos son una carga, que consume energía. En el momento en el que abres la boca, la pones encima de otro.
Y, así como problemas, muchos tenemos limitaciones aquí. No podemos echarnos a los hombros todo lo que quieran poner sobre ellos.
2) Las personas que se alegran de que tengas problemas
Hay personas que te ven sufrir y se alegran. Schadenfreude se llama este sentimiento, que es opuesto a la compasión.
Unos se alegran por sadismo. Son felices al ver sufrir. Ya está.
Pero otros se “alegran” porque están heridos, muy fastidiados. Tu problema les alivia. Digamos que es una extraña manera de no sentirse solos en su sufrimiento.
Yo quiero creer que el segundo grupo es más grande. Pero, por una cosa o por la otra, van a celebrar que estés pasándolas canutas.
¿Quieres darles el gusto? ¿Para qué?
Ahora hablaré del tercer gran grupo. No sé tú. La mayor parte de mis arrepentimientos por hablar de mis problemas y preocupaciones han tenido que ver con este.
3) Las personas que quieren ayudar pero no pueden
No pueden ayudarte, porque el problema les sobrepasa o porque no saben hacerlo.
Algunas personas aprovechan los problemas para competir.
– ¿Eso te pasa? Mi problema es más grande.
No quieren darte atención. Prefieren que tú se la des a ellos. Estas podrían ir en el primer grupo. Tu intento fue en vano.
También las hay que no van a competir. Sí, te dicen que su problema es más grande. O que el hijo de su vecino pasó por lo mismo (o peor). Pero con la idea de que no te sientas solo o raro.
Y tampoco suele funcionar, porque saber que hay otro que las pasa moradas no te quita el dolor. (A menos que te metas en el grupo 2, el de arriba.)
Es más reconfortante que te escuchen, que se interesen por TU problema en particular, que captes cierta resonancia afectiva…
¿No es descorazonador que llegues llorando, porque te acaban de rechazar y no te tienes del dolor, y tu amigo te diga…?
– No pasa nada, hombre. ¿Por eso vas a llorar? A mí me han rechazado 20 veces en lo que va de mes.
Puede ser cierto, sí. Y, una vez pasado el golpe, quizás lo veas de esa manera. Pero no en ese momento.
Otro punto. Volviendo a que los problemas son una carga, un estrés que añades en la vida de esa persona.
¿Qué tal cuando esa persona quiere librarse del estrés lo antes posible y te dice…?
– La culpa de que haya pasado esto es tuya, por haber hecho (bla, bla, bla…).
Vale que sea tuya. O, si no lo es, la responsabilidad de arreglarlo no te la quita nadie.
¿Y cuando te dicen…?
– Te lo dije.
Como sea, en ese momento recibes otro plus de malestar.
Te arrepientes por lo que hiciste o dejaste de hacer. Y también por habérselo contado a quien no quería, no podía o no sabía hacer nada mejor por ayudarte.
No cuentes tus problemas a cualquiera
Yo no creo que sea un buen consejo el de no hablar con nadie de tus problemas. El que creo que es bueno (y me sirve a mí) es el de tratar de elegir bien a la persona con la que hablas.
¿Necesitas hablar de tu problema?
Muy probablemente, hay alguien que puede entenderte y ayudarte. Pero has de encontrar a la persona apropiada. Observa antes de hablar.
No vale que te decepciones por contarle tus problemas a quien te consta que no puede responder y que pase lo mismo de siempre. Aprende de esas situaciones.
Y eso mismo es lo que yo he aprendido. Espero que algo te sirva.
Otras entradas:
- Contarle tu secreto a un amigo. ¿Es buena idea?
- Como ignorar un buen consejo sin sentirte mal por ello.
- ¿Te atreves a decirte la verdad sobre tu problema? (Porque tú sí vas a estar interesado en resolverlo, se supone.)
Gracias por venir.
Imagen de Andrew Martin en Pixabay.
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