Gracias al poder de la repetición, nos creamos expectativas sobre cómo deben ser las cosas.
Por eso, si hoy dejas de lado una acción que acostumbras a repetir, prepárate para que se note más que si cumples con ella.
Si no lo haces, se nota mucho
La gente tiene expectativas. Todos las tenemos. Tú las tienes.
Si hoy te presentas en un lugar público, esperarás que las personas sigan ciertas normas no escritas. Esperarás que su comportamiento y su apariencia no se salgan demasiado de lo aceptable para esa situación.
Aquel que se presente sin maneras y descuidando su higiene, apestando a sobaquina añeja, va a llamar la atención. Va a hacerse notar.
En el trabajo, en los estudios, se espera que tú cumplas con una serie de funciones. Se da por hecho que vas a ser puntual. Es de cajón que, si un superior te encarga una tarea, vas a hacerla.
Que cumplas es lo aceptable y lo “obvio”. Que no cumplas es lo que va a notarse.
Ojito con las expectativas que creas y en quién las creas
Hay expectativas que compartimos muchos. Como esas del comportamiento o de la apariencia aceptables en los lugares públicos.
Y hay otras que creas tú mismo, en tu entorno humano, dependiendo de las acciones que suelas repetir.
Si acostumbras a presentarte arreglado, como un pincel, el día que no lo hagas y llegues al sitio donde te reúnes con la gente de siempre… va a notarse. Es más, te lo comentarán extrañados:
Oye, ¿qué te ha pasado hoy?
Mi abuelo solía decir: “costumbres son leyes”. Él tenía mucho cuidado con las expectativas que sembraba en los demás.
Decía que, si acostumbrabas a una persona a hacer tal cosa por o para ella, con el tiempo dejaba de verla. Y, el día que no podías cumplir con su expectativa, se quejaba.
¡Qué malo eres!
¿A que te ha pasado?
Repites algo bueno: limpiar fuera de tu zona, prestar tus cosas, convidar al que se deja la cartera, sacarle las castañas del fuego a un compañero… Se acostumbran. Y, el día que no repites, es justo el que resalta.
Es para tener cuidado. Según lo veo yo, no tanto para dejar de crear expectativas positivas en los demás. Mejor que sean positivas que negativas, ¿no?
Para mí cuenta más fijarte en quién creas esas expectativas. En si es alguien que te va a atar con ellas, que te va a reprochar, que te empujará a la culpa o que te va a “dar por hecho”.
Porque hay personas que no te lo dejan pasar. El día que te saltas lo que esperan, te exigen que cumplas, como si fuera tu obligación.
Dame lo mío.
O, de manera más sutil, te dicen que “las decepcionas”, directamente o con una mirada de reprobación de las que retuercen el estómago.
Lo que fue un derecho, una elección personal o un acto de generosidad, puede convertirse en una infracción el día en el que no cumplas con eso.
Que ese día no te extrañe escuchar:
¡Egoísta! ¡Desconsiderado!
Todo lo bueno que hiciste antes ha dejado de notarse. Y ahora te encuentras con esto. Aggg… ¿No es para andarse con ojo?
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