La nostalgia es un sentimiento de tristeza que nace al recordar tiempos felices que han quedado atrás.
Repetir, una y otra vez, que lo pasado jamás volverá hace más intensa la pena de quien se siente decepcionado por la realidad que vive.
El inevitable cambio ha arrasado con amores e ilusiones, dejando las cenizas con las que construir el recuerdo.
Ese recuerdo idealizado de un tiempo inalcanzable, irrecuperable, definitivamente perdido, se convierte en un refugio amargo pero deseado.
Se evoca el pasado con palabras, imágenes, canciones… Haciendo el fútil intento de revivirlo más allá de unos instantes.
Cuando cesan los intentos y el espejismo se desvanece, crece una pena en el alma, que empieza a descargarla en lágrimas.
Más o menos, ése es el retrato de la nostalgia, cuando vives intensamente el dolor de lo perdido.
Está bien. La tristeza es necesaria. Si no existiera, ¿quién podría valorar esos preciosos momentos?
Pero el dolor amargo que te ata al pasado, podrías transformarlo en una añoranza dulce, que no pesara tanto.
Porque, en realidad, no hay ninguna pérdida. Los buenos tiempos nadie te los puede arrebatar. Mientras vivas llevarás contigo el tesoro de tus recuerdos.
Un tesoro que podrás abrir cuando quieras y que seguirá aumentando de valor.
Seguirá, si tú decides que así sea. Seguirá, si hoy mismo comienzas a construir la vida que deseas. Y seguirá, porque a pesar de las limitaciones, todavía te queda mucho por hacer y mucho por sentir, sólo si tú quieres.
Imagen de Pink Sherbet Photography