Si llega el fracaso o el éxito te rehúye en tus intentos de alcanzarlo, no te olvidarás de ciertos activos que has acumulado con el tiempo.
No lo harás. Porque, si lo haces, quizás desistas de tu objetivo. Y tu plan no es ese, sino seguir adelante; seguir acercándote al éxito.
1. No olvidarás tu valor. El fracaso es una prueba de que te saliste de un lugar cómodo para correr un riesgo. El fracaso prueba que tuviste los redaños de intentarlo.
2. No olvidarás tu esfuerzo. Tu esfuerzo está ahí. Quizás no produjo el fruto que esperabas, pero dio algo más que si te hubieras quedado de brazos cruzados. Tal vez puedas sacarle partido a lo que has avanzado.
3. No olvidarás tus éxitos. Los hubo. Y, muy probablemente, de camino a alguno de ellos, le diste una probadita al fracaso.
4. No olvidarás tus fracasos anteriores. Hasta la fecha, has sobrevivido a diversos fracasos y a lo que trajeron consigo. Sobreviviste a la frustración, a la vergüenza, a la tristeza, a la incomodidad. Igualmente, superarás este mal trago.
5. No olvidarás tu fortaleza. La que mostraste cuando, además de resistir esos fracasos, te pusiste de nuevo en pie para continuar.
6. No olvidarás tu creatividad. La que pusiste en acción esas veces en las que fracasaste de una manera y te pusiste a buscar el modo de hacerlo distinto, hasta que diste con la tecla oportuna.
7. No olvidarás usar todo lo anterior. No, porque es tuyo. Tu trabajo te ha costado ganarlo.
El fracaso llega como un humo negro que nubla la visión y la memoria. Solo ves el desastre momentáneo, acompañado por el dolor o la rabia.
Cuando pase, trata de traer a la luz todas esas cosas buenas, para recuperarte cuanto antes.
No lo olvides. Volverás a ponerte en pie. Volverás a intentarlo o a abrirte camino de otra manera. Ya lo has hecho otras veces.