Pensar como una persona amargada es un hábito pésimo para la salud y para cualquier emprendimiento productivo que se tercie.
A estas alturas, casi todos sabemos que de los pensamientos muy oscuros salen acciones poco edificantes, si es que salen algunas.
Pero, ¿cómo puedes saber que tu pensamiento se ha vuelto así de oscuro? ¿Qué día es ese en el que te miras al espejo y expresas para tu consternación: “¡Porras! ¡Qué amargado estoy! “?
Reconocer la amargura en los demás es más sencillo (y llevadero) que reconocerla en uno mismo. Pero, ¡ojo! Si estás saturado de ver maldades y tristezas, echa un vistazo por dentro. Porque la amargura se expande sin que te des cuenta.
Precisamente porque dentro hay dolor, tristeza y oscuridad, te encuentras más estas cosas cuando miras hacia fuera. Recreas en el exterior la realidad oscura que vives dentro.
Puede que hayas llegado hasta ahí sin darte cuenta: tras un trauma no superado, por una suma de circunstancias que escapan a tu control, por un golpe tras otro o contagiado por la mordedura del entorno, quién sabe.
Y puede que te quedes ahí, atascado en esa negrura para siempre, a menos que te des cuenta de lo amargado que estás y quieras pensar de manera distinta.
Pensamientos de una persona amargada
A mayor acumulación de pensamientos de este tipo, mayor amargura. Estas frases son ejemplos. Y las conozco bien, por haber pisado los fangos de la amargura y haberme cubierto de ella hasta las cejas.
- La gente es superficial y mala. No puedes fiarte de nadie.
- Estoy triste por su culpa.
- Me va mal por culpa de X, de Z o de H. (Todos tienen la culpa menos yo.)
- Se me ha roto una bota. Qué mala suerte tengo, por diorrr. Solo me pasan estas cosas.
- ¿Lloverá todo el fin de semana? Precisamente cuando compro entradas para la cata del membrillo. Lo que no me pase a mí…
- El tipo del autobús me ha mirado mal. Es un amargado.
- Ya está aquí el jefe. Qué cara de estreñido trae…
- El jefe ha elegido al pelota de Fulanito para promocionarlo. Se veía venir.
- María es idiota.
- Carmen es muy guapa porque tiene tiempo para cuidarse. Así cualquiera.
- Da igual que me esfuerce. No va a servir de nada.
- Ya verás como esto me sale mal al final.
- Debí haber hecho X. Ahora es demasiado tarde para mí.
- No tengo tiempo para tus tonterías.
- Qué estupideces hace la gente para llamar la atención.
- No soporto a la gente pava, floja, tonta, sin ardiles…
- Estoy solo. Nadie me entiende.
- Nadie me hace caso. ¿Por qué será?
¿Conoces a personas que dicen cosas como estas la mayor parte del tiempo? Yo sí. Son difíciles de aguantar hasta para sí mismas.
Como te digo, yo he sido así. Y aún tengo mis momentos de gloria. Conservo la tendencia a recaer en los mismos fangos, porque este pensamiento oscuro es adictivo y facilón. Lo que cuesta trabajo es salirse de esa negatividad y mantenerse lejos.
Ser un amargado tiene dos ventajas grandes
Te hablé de ellas en esta entrada: La opción de vivir amargado.
1) Llamas la atención sin tener que hacer nada más que abrir la boca y dejar que la hemorragia de malestar haga el resto.
2) Y es muy cómodo. Te desahogas y ya. No es menester hacer otra cosa.
Las personas pueden instalarse en la desgracia y ser “felizmente desdichados” toda su vida. Lo que cuesta horrores es sacarse a uno mismo de ahí y no recaer en los viejos esquemas.
Y la aventura empieza por mirarse a uno mismo al espejo y reconocer a la persona amargada de enfrente. Eso, a fin de comprenderla, reconciliarse con ella y guiarla hacia un lugar más cálido y luminoso.
Es un camino donde, decisión a decisión, vas alejándote del victimismo y abrazando la responsabilidad de construir tu vida.
Pensar en positivo cuando vives amargado. ¿Es posible?
Para mí no lo ha sido. Primero has de darte cuenta de que estás amargado, remontándose el problema a asumir que estás viendo la realidad a través de unos cristales muy oscuros.
Cuando eres consciente de que puedes ver las cosas de otra manera, esto es, de una manera más constructiva y útil para ti, es cuando puedes cambiar el modo de mirar las cosas. Y esto lleva su tiempo.
Puede suponer incluso que cambies de entorno, de actividades, de compañías o que practiques lo que has hecho siempre pensándolo de otro modo.
Más sobre este tema
En el blog:
- Ideas para dejar de verlo todo negro.
- Feliz comparado… ¿con quién?
- Por qué es tan difícil librarse de las emociones negativas
Y dos libros, por si te apetece leer alguno.
Ambos libros se ocupan de cómo cambian los pensamientos de una persona amargada (o amargadilla) hasta ser los de una más tranquila y alegre. Invitan a ver la realidad de otra manera. O, más bien, a recordar cosas que sabemos y podemos practicar si están frescas.
El primero fue un best-seller en España, con buenas referencias. Pero el que yo he leído es el otro: Don’t Sweat the Small Stuff de Richard Carlson, en inglés.
(La versión en español existe, pero no me aparece: No te ahogues en un vaso de agua.) Son capítulos cortos, muy fáciles y rápidos de recordar y de re-asimilar.
Está más barato en versión Kindle (que fue la que leí yo), más todavía. No me sale enlazarlo así. Me lo dejo pendiente.