Ante ti hay una situación difícil que no sabes aún cómo vas a manejar. ¿Te preocupas? Y quién no.
Preocuparse es natural cuando el asunto nos importa. Lo hacemos (casi) todos. Nos preocupa la salud propia y la de los nuestros; la situación económica; el devenir de una relación, etc.
Lo hacemos incluso sabiendo que la preocupación no va a arreglar nada en absoluto. ¿O acaso hay alguna situación que mejore por el simple hecho de preocuparse por ella?
La preocupación, eso sí, sirve para acrecentar el miedo. Es una actividad que consiste en imaginar los peores desenlaces para aquello que nos importa.
¿Por qué la seguimos practicando, entonces?
Quizás, porque nos sentimos responsables preocupándonos. Y, tal vez, también creemos que esa preocupación va a disminuir las probabilidades de que ocurra lo que tememos.
Si seguimos dándole vueltas en la cabeza es más probable que encontremos la manera de resolver el asunto, ¿no?
Pues, no. No es lo más probable. Lo más probable es que nos estresemos todavía más y que nos pongamos de mal humor. Y en ese estado de tensión es más difícil que broten las buenas ideas.
Seguro que conoces el sabio consejo que invita a quien está confundido y estresado a consultar sus problemas con la almohada. U otros muy populares, como dar un largo paseo o tomar un baño relajante.
Ahora que sale lo del baño, pausar las preocupaciones es una cuestión de higiene mental.
Quizás, en una de esas pausas tú mismo has encontrado una solución para un problema sobre el que estuviste pensando antes sin hallar una respuesta.
Estás duchándote o fregando los platos y, de repente, una buena idea hace “POP” en tu cabeza o consideras un aspecto que antes habías pasado por alto.
Te ha pasado a ti y me ha pasado a mí. La mente piensa mejor cuando está relajada, que cuando un montón de pensamientos catastróficos están armando escándalo.
Y ya que es inevitable que, de tanto en tanto, nos asalte la preocupación, sería una buena idea reservar espacios de éstos para relajarnos: caminar por el parque, escuchar música agradable, practicar un hobby… Que formen parte de nuestro día a día, especialmente cuando andamos más preocupados.
Cada uno puede armar un repertorio a su gusto; crear sus propios espacios de paz y disfrute. Porque, muchas veces, es de esos espacios de donde surgen las respuestas que estamos buscando.