Acabas de abrir los ojos. Comienza el día. ¿Te parece que les demos un empujoncito a los buenos ánimos?
Estas sencillas prácticas nos pueden servir. Llevan unos minutos y, seguramente, propicien que el buen humor dure unas cuantas horas.
[1] Estírate.
El estiramiento relaja, prepara los músculos para volver a la acción y reactiva circulación sanguínea.
[2] Respira con calma.
Tómate unos instantes para prestar atención a las primeras sensaciones de la mañana. ¿Cómo te sientes? Sí, sí. Ya es de día.
[3] Ten algo bueno en perspectiva.
¡Hala! Acabas de caer en la cuenta de que es lunes. Aparta la tentación de pensar en la pesadez que te espera.
En lugar de eso, piensa en una cosa agradable que vayas a protagonizar hoy (logro, actividad, tarea… o lo que fuera).
[4] Apuntala esos buenos pensamientos.
¿Cómo? Echando un vistazo a esas realidades que te gusta que formen parte de tu vida: tu familia, tu salud, las oportunidades que tienes hoy… o lo que sea que valores de forma positiva.
[5] Aparca los resquemores.
Si acuden a tu mente el resentimiento, la crispación por lo mal que está el patio o ideas similares, échalas. No te van a servir para ser más creativo o productivo en las actividades que tienes ahora por delante.
La basura, a la papelera. Los pensamientos negativos que tienen poco de útil, igual.
[6] Acude a una fuente motivadora.
Para que lo de arriba resulte más sencillo, utiliza tus recursos favoritos: una canción que te inspire, una lectura, frases de ésas que te ponen las pilas…
O realiza una actividad con la que segregues endorfinas a porrillo: haz ejercicio, dúchate con calma, ponte guapo, regálate tu desayuno preferido…
Es un buen momento para que te rodees de influencias positivas, que tú sabrás cuáles son en tu caso.