Ahí fuera está amaneciendo. Dentro de ti aún es de noche. No tienes ganas de levantarte.
¿Crees que eres el único que algunas mañanas quiere quedarse en la cama y dejar que el mundo siga su curso?
La vida es así. Está llena de desafíos.
Quizás otras veces has tenido fuerzas para levantarte y plantar cara a las circunstancias. Puede que más duras que las de hoy.
Pero esta mañana te sientes particularmente débil, abrumado, triste…
¿Y quién no? ¿Quién no ha despertado alguna vez sobrepasado por las circunstancias?
Cada uno de nosotros ha de hacer frente a sus propios retos: enfermedades (propias o de personas del entorno), problemas de dinero, relaciones desgastantes, la soledad…
Da igual lo fuerte y positivo que seas. Alguna vez, fallan las fuerzas. Y todos hemos sentido esa parálisis al comenzar el día; ese deseo de quedarse en la cama y… no pensar en nada más.
El remedio es peor que la enfermedad
Al hablar de una experiencia tan común (más para unos que para otros), seguro que también conoces sus consecuencias: Enrollarse en la manta y no salir de la cama en todo el día suele empeorar las cosas.
A no ser que lo que estés necesitando sea justo eso: un descanso para reponer fuerzas.
Si no es la necesidad de descanso, sino el impulso de evadir por un rato los problemas y las malas noticias, no vas a sentirte mucho mejor.
Al contrario, con el paso de las horas te sientes aún más desgastado.
¿Te suena esta experiencia? Pues aquí tienes una idea que puede ayudarte más que la solución de quedarte en la cama…
¡Es hora de la acción!
Es broma. Si no puedes ni con tu vida, ¿cómo vas a dar un brinco y meterte en la ducha de golpe? Hasta la tarea más simple suena gigantesca cuando te levantas en uno de estos días.
¿Solución? Hacer la tarea o tareas todavía más pequeñas.
Por ejemplo, en lugar de pensar en irte a la ducha, proponte levantar la almohada e incorporarte un poco en la cama. (Quédate así un poquito. Ya no estás tumbado.)
¿Qué pequeña acción sigue? Sentarte en la cama, quizás. Ponerte las zapatillas, etc.
Ve despacio. Sólo haz el paso pequeñito que sigue a lo anterior.
Poquito a poco, irás teniendo más energía. Y, por poco que te cunda, harás más cosas de lo que pensabas justo al despertar. De paso, te sentirás algo mejor que si eliges quedarte en la cama hecho un rollito.
Siempre es tu decisión.
Las circunstancias duras no las has elegido tú. Pero, como sabes, puedes elegir entre permanecer en la cama rumiándolas o levantarte y hacer un poquitín… de lo que sea.
Comprueba por ti mismo qué te funciona mejor.
En mi caso, en estos días me alivia pasar a la acción, aunque haga poquitas cosas y muy despacio.
Los problemas no desaparecen así de fácil, es cierto. Pero, cuando me pongo en movimiento, dejo de sentirme tan abatida como en ese primer momento de la mañana.
¿Qué hay de ti?
Imagen de Aaron Edwards