Contemplar el descanso de alguien que queremos es un buen momento. Uno muy simple. Tanto, que no sabía si mencionarlo.
¿Qué sientes cuando alguien se siente seguro y confiado estando tú cerca? Se abandona al sueño. Se hace vulnerable. Y ahí estás tú, con el corazón llenándose de sensaciones bonitas.
¿Por qué nos sentimos bien? ¿Por qué quiere salirnos una sonrisa mientras vemos a esa persona dormir?
Persona… o no. A mí se me ocurrió plasmar en estas líneas el momento mientras observaba el descanso de un miembro de mi familia que no es una persona.
Es un momento dulce, tranquilo. Un placer primitivo, ver que alguien deja a un lado las expresiones de cuando está despierto y las sustituye por un semblante que transmite paz.
Te está haciendo partícipe de su intimidad, de su estado genuino. Tú lo sientes así. Y ello te mueve a querer cuidarla.
Los minutos pasan mientras velas su sueño. Quieres evitar cualquier inconveniencia que perturbe el momento. Procuras no hacer ruido. Te fijas en que esté bien arropada para que no pase frío.
Cuando estás viendo dormir a alguien que quieres, el momento es precioso. Quienes lo hemos disfrutado lo sabemos, ¿verdad?