¿Sabes cuál es la diferencia entre simple y fácil?
Hay personas que emplean las palabras «simple» y «fácil» como si fueran sinónimos. De hecho, el mismo diccionario de la RAE, nos lleva a esa confusión.
Quedémonos con la tercera acepción. (He omitido el resto.)
Efectivamente, simple es algo sin florituras ni complicaciones añadidas. Simple es lo esencial, lo más básico. Pero no siempre resulta fácil.
En el blog apuntamos muchas ideas para enfrentar las más variadas situaciones. Procuramos que sean simples, directas…
Y muchas llegan a hacerse fáciles, pero solo después de la práctica.
Ejemplos:
- Quita importancia a pequeños percances cotidianos.
- Vence un pequeño miedo cada día.
- No escuches a quien venga a desanimarte.
- Etc.
Logras que lo simple se convierta en fácil invirtiéndole tiempo y esfuerzo.
Eso, en el mejor de los casos. Porque en ciertas ocasiones falla la aptitud necesaria para que lo simple sea también fácil.
Un ejemplo más evidente sería el de aquella persona que lucha por superar una adicción.
¡Es simple! Solo tiene que dejar de hacer lo que antes hacía. Pero, ¿es fácil?
Otro ejemplo, sería el del atleta que mueve sus piernas a la velocidad del viento.
¡Qué simple! Solo tiene que colocar una pierna después de otra. Aunque, de ahí que sea fácil hacerlo con ese ritmazo…
Ya que tienes clara la diferencia, hazla valer
Mírate a ti, sin ir más lejos. A lo largo del día haces un montón de cosas «simples». Muchas de ellas son fáciles para ti, porque ya las tienes más que controladas.
Pero, seguramente, a mí me das unas cuantas de esas tareas que tú haces como lo más natural del mundo y no me resultan fáciles.
Esas tareas tienen más valor de lo que piensas. Porque «lo simple» no siempre puede hacerlo todo el mundo a la primera. No es fácil solo por ser simple.
Tú, probablemente, logras que tus quehaceres sean simples. Porque, además, sabes diferenciar lo importante de lo accesorio. Has simplificado en pasos y procesos, porque conoces tu trabajo.
Otra persona, que no lo conozca, no podría hacerlo simple… Y, mucho menos, le resultaría fácil de primeras.
¿Conclusión?
Da valor a esas cosas «simples». Que tú las hagas con facilidad, no les quita su mérito.
Haz valer tu talento, tu aprendizaje, tu dedicación, tus horas de práctica, etc.
Y, si alguien te ve hacer una de estas cosas sin despeinarte, y dice: «Bah… Es que es muy fácil…» Invítalo a que lo haga él mismo.
¡Hala! Que aprenda también cuál es la diferencia entre simple y fácil.