El estrés, cuando viene en pequeñas dosis y está bien repartido en el tiempo, puede ser un elemento que contribuya a una vida feliz.
La mayoría de nosotros experimentamos estrés a diario. Y, según lo manejemos, podemos sacarle buen provecho.
Pensemos en el estrés como en la alarma que salta cuando necesitamos enfocar nuestras energías en una situación que lo requiere: resolver un problema, hablar con un desconocido, completar un trámite difícil, aprender algo nuevo, compartir nuestros sentimientos…
¡Qué nervios! ¡Qué incomodidad! Sí, pero ese estrés hace que prestemos más atención al momento, que se agudice nuestra creatividad y que nos movamos ágilmente.
Ése es el estrés “bueno” (eustrés). Es positivo porque así, enfrentándonos a una situación nueva o incómoda, hacemos progresos. Y, una vez pasada la situación crítica, nos sentimos bien con nosotros mismos (en muchos casos) y reponemos energías.
¿Cómo? Saliendo con amigos, jugando, practicando un hobby, durmiendo a pierna suelta… Depende de lo que elija cada uno para desestresarse y recuperar fuerzas.
Si no hacemos esto y dejamos que el estrés se acumule, ése mismo estrés se vuelve “malo” (distrés) con el tiempo y, entonces sí, es nocivo para la salud.
El estrés. Esa experiencia tan particular…
La mayoría experimentamos estrés. Y seguro que encontramos situaciones típicamente agobiantes que harían saltar las alarmas de casi todos. Pero, aun en ese caso, no se dispararían con la misma intensidad.
Una persona interpreta que una situación es una amenaza y que ha de moverse rápido. Y lo hace. Otra, en la misma situación, experimenta tal nivel de estrés, que se queda paralizada.
No hace falta pensar en incendios o en cualquier otro escenario donde la vida corra peligro. En situaciones menos peligrosas, también salen a relucir las diferencias individuales.
Hay personas para las que cualquier imprevisto es una fuente de estrés (del malo). ¿Por qué? Se han instalado en una rutina muy rígida; tienen problemas de salud; otro tipo de problemas. (Diferencias, otra vez.)
Igualmente, hay personas muy flexibles; personas que están a gusto con un nivel de estrés alto (para los que no somos tan flexibles) y que pueden tolerarlo durante más tiempo que otras.
¿Qué situaciones disparan la alarma? ¿Cómo reacciona o responde ante ellas? ¿Se concede un espacio para recuperarse de la emergencia? ¿Cuánto espacio necesita? ¿Qué actividades le ayudan a reponerse?
Conociéndose podrá manejar mejor el estrés en su vida cotidiana. Así podrá adoptar medidas que le sirvan a él/ella para prevenir que el trasiego del día a día o las preocupaciones le cobren un impuesto continuo a su salud.
¿Qué hay de ti? ¿Cómo, cuándo, cuánto te estresas?