La inspiración no es un estado excepcional, sino una bocanada de viento favorable que nos favorece a todos (no sólo a los artistas).
Solemos notarla en esos días ligeros, en los que nos movemos de manera más fluida, sin tanto esfuerzo.
Pero cuando más nos damos cuenta de su importancia es cuando nos falta. Seguramente tú también habrás vivido uno de esos días pesados y espesos.
Ese tipo de días en los que cuesta avanzar, aun cuando se esté haciendo algo parecido a lo que se hace habitualmente.
Como contrapunto, están los días de inspiración.
Esos días en los que, por ejemplo:
- escribes un e-mail en menos de dos minutos;
- se te ocurre la réplica ingeniosa en una conversación;
- terminas antes una tarea sin despeinarte del esfuerzo;
- las ideas bullen en tu mente, etc.
Eso es: como si el viento soplase a tu favor.
Personalmente, la experiencia me ha enseñado que los días de inspiración suelen ser más frecuentes cuando estamos preparados para ellos.
Siguiendo la metáfora del pequeño barco, equivaldría a salir a navegar e izar las velas. Si no se hace así, daría igual la dirección en la que soplase el viento, porque no nos beneficiaríamos de él.
Ese «salir a navegar» comienza cuando nos levantamos por la mañana dispuestos a trabajar en nuestros cometidos del día.
«Izamos las velas» alimentando la actitud positiva.
Ya navegando, vamos aprovechando el viento, que unos días será más favorable que otros.
A buen seguro, llegarán esos días en los que sople fuerte en la dirección que nos conviene y nosotros, navegantes experimentados, ya contaremos con la habilidad para aprovechar esa circunstancia.
Y lo mejor de estos días de inspiración es que, aunque el viento cambie, a nosotros nos queda ese impulso para días sucesivos, impulso que bien podemos llamar motivación.
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