A lo largo de tu vida, ¿cuántos cambios se han producido? Son tantos que costaría contar sólo aquéllos de los que has sido consciente. Seguro.
De pequeño, ¿imaginaste por cuántas experiencias diferentes ibas a pasar? ¿Imaginaste cómo transcurriría un día cualquiera de tu vida adulta?
Hay cambios que te han sorprendido. Con todos los que has atravesado, es normal. Porque, desde que existes, no han dejado de sucederse.
Así es. Protagonizaste subidas, bajadas, alegrías, penas, fracasos, victorias, etc. Unas experiencias, esperadas y otras que llegaron sin anunciarse.
Qué hubiera sido de ti si no te hubieras adaptado (como lo hiciste) a muchos de esos cambios, incluso a unos cuantos que ocurrieron de sopetón y no fueron precisamente agradables.
Tal vez, alguno de esos cambios te vino más largo. Te resististe a él. O actualmente sigues haciéndolo. En ese caso, es oportuno acudir a la palabra con la que conseguiste asimilar cambios anteriores: flexibilidad.
¿Para qué?
- Flexibilidad, para mirar al presente cara a cara, evitando estancarte en un pasado que no existe o en lo que pudo haber sido y no fue.
- Flexibilidad, para ser libre de elegir entre las nuevas opciones que se abren en el camino.
- Flexibilidad, para afrontar los obstáculos que se presenten.
- Flexibilidad, para construir tu vida sin atarte a expectativas ajenas o al rumbo que trazan otros.
Puedes ser flexible mientras luchas con determinación por lo que te importa. Eso implica que, pase lo que pase, buscarás la manera de adaptarte para seguir viviendo y luchando por ello.
Ya lo has hecho otras veces. Sigue así. Sigamos así.