Simplificando mucho, podríamos definir la culpa como ese resquemor que permanece colgado en la mente cuando hacemos algo «mal» o cuando no hacemos «lo correcto».
Hay culpas grandes, que cuesta años superar. Y hay culpas pequeñas, que podemos sentir por cualquier error de ésos que cometemos a diario. ¿Cómo manejas tú esas pequeñas culpas?
Gran culpa para un error pequeño
¿Alguna vez se te ha quedado la culpa colgando en la mente durante varios días después de cometer un error pequeño?
La culpa cumple una función: nos señala qué hicimos mal; nos motiva para enmendar el error y para no volver a cometerlo.
Al meter la pata sonoramente, podemos pensar que la culpa va a estar a la altura del error. Encontramos a una persona responsable, que hace autocrítica. Se da cuenta de las consecuencias de sus acciones y siente la necesidad de enmendar el daño.
Sin embargo, no siempre el sentimiento concuerda con las consecuencias del error.
Te encuentras con gente que hace daño y ni se cosca, o bien pasa olímpicamente de las consecuencias negativas de sus acciones.
Y también te encuentras con todo lo contrario, que es de lo que hablamos hoy: personas que cometen un error relativamente pequeño y se castigan como si la suya hubiera sido una gran ofensa.
Aunque, más que de “gente”, habría que hablar de “ocasiones”. Una persona (yo misma) puede no llegar a sentir culpa, cuando sería lo suyo para arreglar el desaguisado que ha hecho, o sentirla en exceso.
El despiste imperdonable
¿Un ejemplo? Pongamos que somos amigos y me olvido de tu cumpleaños. Me siento fatal al darme cuenta. Hablamos, me disculpo y pasamos una tarde estupenda de risas.
Parece que acaba ahí la cosa, pero no. Días después, cuando tú ya ni te acuerdas de mi despiste, sigo preocupada por si sigues molesto y pensando en lo desconsiderada que soy.
Qué mal lo estoy pasando… ¿No se te hace una culpa demasiado grande para ese error en concreto?
Puedes imaginarte otro error que gustes sin grandes consecuencias. En algunos casos, el dolor que sentimos es exagerado. ¿Cómo podemos darnos cuenta de que es así?
Viéndolo desde fuera (como si otra persona pasara por ello). Pensando en las consecuencias reales del error y comparándolas con la intensidad y la duración de lo que sentimos. ¿Esa culpa es apropiada para la situación?
Acto seguido, programaré un recordatorio en la agenda para no volver a olvidar tu cumpleaños. Y dejaré que la culpa se desvanezca, porque ya ha cumplido su función. El sufrimiento extra sale sobrando, ¿no te parece?
Más ideas para dejar atrás las pequeñas culpas
Es natural sentir esas pequeñas culpas cotidianas. A veces hacemos cosas que hieren o decepcionan a los demás o a nosotros mismos y desearíamos haber obrado de manera distinta:
- Lanzamos un comentario de mal gusto a un amigo.
- Se nos olvida un evento especial para una persona del entorno.
- Pasamos la tarde jugando y no terminamos las tareas.
- Etc.
Es poco probable que sintamos alivio si nos limitamos a rumiar el asunto. Lo más recomendable es actuar para enmendar la situación en lo posible.
Esa línea siguen estas ideas, que no son una estrategia que se adapte a todas las situaciones, pero sí pueden ser válidas para aliviar bastantes pequeñas culpas:
1. Baja la guardia y acepta tu error
Hay personas que no aceptan sus errores y se ponen a la defensiva, inventando excusas o echándole la culpa a otro en un intento de proteger su ego. Esa actitud no es útil para aliviar la culpa.
Lo más recomendable es aceptar el error y responsabilizarse del mismo.
2. Pide disculpas y/o restituye el daño
Si es apropiado, discúlpate con la persona afectada. Pero hazlo sólo si así lo sientes, porque las disculpas falsas pueden empeorar el problema.
Y, si puedes hacer algo que arregle o palie las consecuencias de tu error, hazlo también.
Ten en cuenta que tú no eres el único que comete errores. La persona a quien te diriges es un humano más, que lo mismo se equivoca y ha de afrontar las consecuencias.
Es probable que él/ella así lo entienda y sea receptivo a tu intento por enmendar la situación. Pero, si no es así, lo mismo es preferible que pidas disculpas e intentes arreglar el problema, que no hacer nada y dejar que se acumulen culpas y resentimientos.
3. Actúa en la dirección oportuna
Es el paso final y decisivo: Aprender del error y hacer lo apropiado de ahora en adelante.
Tanto si has hecho algo que ha fastidiado a otros, como si eres tú el ofendido y estás molesto contigo mismo, te ayudará tomar medidas para evitar, en lo posible, caer en el mismo error.
Hace tiempo hablamos de la culpa que puede sentir una persona cuando abandona por unos días un objetivo al que le ha dedicado tiempo: ¿Te sientes culpable al dejar de practicar varios días seguidos?
En ese caso, lo que alivia la culpa de esta persona es replantearse la situación y volver a la senda correcta. Quedarse anclado en la culpa no le sirve para arreglar el problema.
De eso se trata, finalmente, de asumir el error, rectificar y seguir adelante. 😉
Imagen de JD Hancock