¿Tratas a las personas con las que tienes más confianza del mismo modo que a las demás?
Imagina que estás entusiasmado viendo un programa en la tele.
En ese momento, se pone delante de ti tu hermana pequeña tapándote la pantalla.
¿Qué le dices?
— ¡Quítate! (O algo así, ¿no?)
Ahora piensa que, en lugar de ser tu hermana, quien se pone delante es tu jefa del trabajo. ¿Le dirías lo mismo?
Yo he vivido cosas así muchas veces.
Estoy de mal humor. Llega mi padre y a su saludo respondo con menos entusiasmo del que le muestro a un desconocido.
Voy mal de tiempo. Alguien de casa me pide un favor y le contesto de manera totalmente distinta a la que emplearía con una persona “más importante”.
La sonrisa, el “por favor”, las “gracias” y mi mejor desempeño social fueron, muchas veces, obviados por mi parte en el trato con las personas que tengo más cerca.
Y no está mal que haya tratado con respeto y amabilidad a otra gente. Pero, ¿por qué no hice lo mismo con quienes más quiero?
Las personas que están en nuestro corazón son tan importantes (o más) que el resto. ¿Por qué no hacérselo sentir cada día, a cada oportunidad que se presente?
Esas personas importantes que nos quieren y nos apoyan se merecen nuestras muestras de respeto, admiración y generosidad. Entonces, ¿por qué tantas veces tratamos mejor a los extraños que a ellos?
Me quedo con la duda y con el renovado propósito de invertir más amabilidad en mis relaciones cercanas. Estoy convencida de que es una gran inversión.