Quedarse con lo bueno, incluso en las situaciones más difíciles, es saludable.
Quién va a poner en duda que una persona optimista, que se enfoque más en las soluciones que en los problemas y que se esfuerce en ver la luz al final del túnel vive mejor que alguien que sólo ve problemas, disgustos y agujeros negros en su vida…
Hoy no vamos a defender lo contrario. Más bien, nos dedicaremos a enfatizar la importancia del sentido común.
Porque el optimismo, sí, es saludable, pero siempre que se ejerza usando, al menos, dos dedos de frente.
Enumeraremos 4 situaciones en las que el optimismo está de más, gracias a un blog cuyo título traducido ya es más que sabio: No pises la caca.
1) Por una copa más no pasa nada.
Antes de circular en carretera, este optimismo puede resultar mortal, ¿o no?
Sí, claro, se debe a la euforia que produce el alcohol. Ésa que al que se toma las copas le lleva a pensar que no le va a ocurrir nada en un camino que quizás haya recorrido docenas de veces.
Pero esto no tiene sentido, ni común ni de ninguna clase.
2) Me da tiempo de cruzar antes de que se ponga en rojo.
Esto vale para peatones y conductores que no hace falta que estén ebrios.
Un semáforo en ámbar (o incluso en verde), no es un mensaje diciendo: «Corre, corre más, que te da tiempo a pasar.»
3) Es sólo un granito. No te preocupes.
¿Y no es mejor preguntárselo a un médico que correr el riesgo absurdo de dejarlo ahí, por si le da por desaparecer?
La salud hay que tomársela muy en serio.
4) Mi relación mejorará.
Es lo que puede preferir creer alguien que esté metido en una relación abusiva, que hace de sus días un calvario.
Pone de su parte con la optimista convicción de que un día sea diferente.
El pensamiento más positivo en este caso no es ése, sino salir de esa condena de relación lo antes posible.
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Son sólo algunos ejemplos que nos dicen que el optimismo mal llevado puede ser tan destructivo o más que el pesimismo.
El optimismo no está reñido con la responsabilidad y con el sentido común, ni los optimistas son esas personas que viven todo el tiempo enajenadas en su casita de chocolate del país de la piruleta.
Lo digo yo, que aspiro a convertirme en una optimista de marca mayor, sin dejar el raciocinio a un lado. A mí me parece un objetivo asequible, pero ¿tú qué crees?
Imagen de Thomas Teffaine Photographie