Conforme se acerca la hora, más te tiemblan las piernas. El miedo se hace grande, como parece que lo hace el insecto que miras tras los prismáticos.
¿Siempre ocurre esto con el miedo? ¿Crece cuando te acercas a lo que temes? ¿Y si le da por menguar?
Tú conoces la respuesta porque ya has pasado por esa situación. Muchas veces, el miedo no crece cuando te acercas. A medida que vas dando pasos hacia lo que temes, se hace más pequeño.
Lo miras cara a cara, lo aceptas, lo afrontas, aprendes. Y el miedo va menguando.
En cambio, cuando huyes del dolor que temes, más crece el miedo, más fuerte se hace y más débil te haces tú.
Tu imaginación alimenta al miedo convirtiéndolo en un monstruo gigantesco. Solo poniendo los pies en la realidad y avanzando hacia él puedes derrotarlo.
Se dice muy fácil. Pero, de ahí a que lo sea, va un trecho. Ese trecho que reclama un enorme esfuerzo para empezar a caminar. Sí, para empezar.
Puede que pase como otras veces: a cada paso que des, verás que el miedo mengua. E irás haciéndote más fuerte, respecto a este miedo y a los que vengan más tarde. Porque la fuerza y el valor que ganarás seguirán contigo cuando este miedo se vaya.