¿Quién no se ha propuesto alguna vez dejar atrás un hábito o sustituirlo por uno más saludable?
Si tú lo has hecho, habrás visto que la mayoría de las veces el éxito en tal misión no se consigue de manera instantánea, sino que suele involucrar, en más o menos cantidad, cierta dosis de tiempo, esfuerzo y compromiso.
Por supuesto, todo eso vale la pena una vez conseguido el objetivo. Incluso se celebra mucho más cuando has puesto más empeño en lograr el cambio.
Imaginémonos que se trata de una carrera, donde en la línea de salida estás tú con tu viejo hábito y, en la de meta, tú sin él. ¡Logro conseguido!
Y ahora veamos qué etapas tiene esa carrera…
Etapa 0: Tú y tu mal hábito convivís en armonía. Quizás alguna vez has pensado en dejarlo, pero no demasiado en serio. Estás bien así.
Etapa 1: Después de ver algunas desventajas que tiene ese hábito, empiezas a pensar en abandonarlo.
Etapa 2: ¡Se te ilumina la bombilla! Tu motivación está a tope, porque deseas un cambio a mejor.
Etapa 3: Tomas la feliz decisión de cambiar, dejando atrás esa mala costumbre.
Etapa 4: Elaboras el plan para lograrlo, con más o menos precisión.
Etapa 5: Comienzas a implementarlo.
Etapa 6: Llegan las dudas, los tropezones, las caídas, los bajones, los cambios de plan. ¡Arriba! Sigues andando, aunque des dos pasos adelante y uno atrás.
Etapa 7: El tiempo transcurre y tú… ¡aguantas! Sigues trabajando en la meta y, poco a poco, comienza a ser más sencillo avanzar.
Etapa 8: ¡Llegas a la meta! Lo logras. Has mejorado tu salud, tus relaciones… y, seguramente, tu vida al completo, porque no hay cambio pequeño.
Visto así, es para estar muy contentos por cada hábito saludable que hemos ido adquiriendo.
Hemos hecho todo un camino. Y, si así ha sido con lo que hemos logrado, ya tenemos la experiencia para conquistar nuevos propósitos.
Basado en un artículo de Changepower.
Imagen de jenny downing