Dar consejos y recibirlos es algo muy habitual entre amigos. En esta ocasión, nos ponemos del lado del amigo que aconseja a otro.
Se trata de una situación delicada, especialmente si nos sentimos en la necesidad de dar nuestra opinión y nuestro apoyo a esa persona que lo está pasando mal.
Queremos lo mejor para nuestro amigo. Queremos echarle una mano. Pero la conversación con él/ella quizás no sea sencilla.
Para manejar mejor esas situaciones, le ponemos atención a lo que nos recomienda el terapeuta Roger S. Gil (recogido por T. Klosowski en LifeHacker).
1. Asegúrate de que ese amigo quiere tu consejo
No siempre quien nos habla está buscando nuestra opinión o nuestro consejo. A veces necesita que le escuchen, simplemente.
Luego, es buena idea dejar que esa persona se explique con calma, que se desahogue sin interrumpirla.
Porque a veces podemos tener el impulso de cortarla antes de que termine de hablar para darle nuestro punto de vista, para narrarle nuestra experiencia o explicarle qué haríamos en una situación similar. Y quizás no sea lo que quiere él/ella.
En lugar de eso, cuando termine de hablar podemos hacerle preguntas, como por ejemplo: «¿Qué piensas hacer?» Ayudándole así a que llegue a una solución por sí mismo/a.
Después de eso, si él/ella nos pide nuestro punto de vista, se lo damos. No antes de estar seguros de si lo quiere.
2. Diferencia entre opiniones y consejos
No es lo mismo opinar que dar consejo. Una opinión es algo subjetivo, nuestro propio punto de vista sobre un asunto. No necesitamos conocer al dedillo el área que sea para poder tener una opinión sobre ella.
Pero para dar consejo, sí. Quien da un consejo, sabe muy bien de qué está hablando y lo ofrece desde su conocimiento y su experiencia sobre el asunto.
Es de muy poca ayuda (y de mal gusto, incluso) erigirnos en expertos ofreciendo consejo, cuando lo que en realidad estamos exponiendo es nuestra simple opinión.
Eso es lo que hacen los típicos «sabelotodo».
3. Limita la frase: «Deberías…»
También es de mal gusto esta actitud. En lugar de dar un consejo, parece que damos una orden.
Por ejemplo, el amigo a quien su novia le ha puesto los cuernos. No le diremos: «¡Deberías mandarla a la M.!»
Es de más ayuda mostrarle al amigo qué pensamos del tema y hacerle una sugerencia, por si la quiere aceptar o no.
«Cuando te escucho hablar sobre cómo se ha portado contigo, pienso que continuar con esa relación te va a dar muchos dolores de cabeza.»
Sí, es muy obvio. Pero, en ocasiones, nos dejamos llevar por el apasionamiento y no somos tan cuidadosos…
4. No le temas a quedar mal
Todo lo anterior es muy amoroso. Sin embargo, hay situaciones en las que vamos a quedar como unos antipáticos insensibles ante nuestros amigos. Pues sí.
¿Por ejemplo? Cuando el amigo se meta en un círculo vicioso del que no se atreve a salir, volviendo una y otra vez a contarnos la misma historia. O quizás cuando se niegue a aceptar la realidad.
Vamos a ver, Juanita. Asume de una vez que Pepe se ha revolcado con todas tus compañeras de clase…
Juanita nos va a «odiar» cuando se lo digamos de esta manera tan cruda. Pero, a veces, no queda otra alternativa.
Conclusiones: El punto número 1 (escuchar atentamente) es el más importante.
Los demás los emplearemos, después, dependiendo de la situación. Y procuraremos NO dar un consejo u opinión, a menos que nos los pidan.
Hemos tomado nota. 😉
Imagen de Leonard John Matthews