Por incómodo que sea hacer críticas o recibirlas, hemos de reconocer que son un instrumento valioso. Nos sirven para mejorar aspectos de nosotros mismos, así como para fortalecer nuestras relaciones.
Eso sí, hay que manejarlas con mucho cuidado. Porque, si no se expresan o se entienden adecuadamente, por muy razonable que sea el mensaje que transmiten, pierden su efectividad.
1. Cuando se culpa o se avergüenza al otro
Este tipo de críticas suelen ser inútiles, porque la persona que las recibe suele poner más energía en defenderse del ataque o la humillación que en la crítica en sí.
¿No puedes mantener la boca cerrada? Siempre haces lo mismo.
Aunque quien critica lleve mucha razón, su crítica casi siempre es rechazada y, además, suele dejarle la espinita dentro a quien la escucha.
2. Cuando no se precisa qué está “mal”
Lo habrás visto en esos exámenes que te corrigió un profesor señalándote en rojo dónde te habías equivocado: aquí, aquí y aquí. Después no te dijo nada más, porque supuso que tú sabías en qué paso exactamente habías metido la pata.
Ésa no es la manera de hacer las cosas.
Fuera de la vida académica, lo habrás vivido centenares de veces más. Te dicen que algo no está bien, dejándote a ti que deduzcas los motivos.
Qué frustración. ¿Por qué no dirá el crítico exactamente lo que quiere? (Eso nos lleva al siguiente punto.)
3. Cuando no se dan opciones
Quien hace una crítica es responsable de especificar dónde está el fallo exactamente y, además, de dar alternativas. Si no, ¿para qué habla? ¿Para poner a caldo al otro?
¡No, no…! Así no me gusta.
– Vale. Entonces, dime qué es lo que te gusta. Cómo estaría bien para ti.
4. Cuando mandan las emociones
En plena efervescencia emocional, uno expresa qué es lo que le parece mal y el otro presta más atención a los gritos, a los lamentos y al drama en su conjunto.
Y, por tanto, responde más a las emociones desagradables que le están vertiendo encima, que a la crítica en sí misma.
Tanto para hacer como para escuchar críticas, lo suyo es que las emociones estén templaditas.
5. Cuando se elige un momento inapropiado
No es buen momento para expresar una crítica ése en el que el receptor está dando rienda suelta a sus emociones.
Y tampoco lo es cuando le hacemos una crítica delicada en público. O cuando está muy cansado después de una larga jornada de trabajo, por ejemplo.
Tan importante como la crítica es saber elegir el lugar y el momento oportuno para hacerla. Porque, si no, quien la recibe va a estar más pendiente de las circunstancias que de lo que le estamos diciendo.
6. Cuando se ensalzan los errores
Es descorazonador que te esfuerces y quien critica apenas valore esa dedicación. Donde pone el acento es en lo que te ha faltado para que quede perfecto.
No está mal. Pero (eso) tienes que mejorarlo un poco. Te lo digo por tu bien.
– ¿Mi bien? Mi bien es que la próxima vez dejaré de esforzarme tanto. Para qué, si sólo resalta lo feo.
7. Cuando se impone el: Porque lo digo yo
Quien hace la crítica, por autoridad o cabezonería, lo deja claro: Las cosas se hacen a su manera.
Es natural que te rebeles pensando que “tu manera” puede ser tan válida como la suya, si no te da más explicaciones.
8. Cuando se da un ultimátum
La persona que hace la crítica amenaza con llevar a cabo una acción si el otro no modifica su comportamiento.
Si no dedicas más tiempo a la relación, te abandono.
Este tipo de crítica sí es efectiva para promover un cambio, a menos que quien la hace la repita una y otra vez sin cumplir su amenaza.
Pero el receptor de la misma no cambia porque esté interesado en mejorar, sino por miedo a las consecuencias de no hacerlo. Ahí suele quedar un poso de resentimiento que no le hace ningún bien a la relación.
9. Cuando sale el: Te lo dije
El “te lo dije” le sienta fatal a quien lo escucha, que ya está apesadumbrado al ver que sus planes no resultaron. Eso le da igual al crítico. Empatía, cero. Prefiere restregarle su razón por las narices rebajando aún más al otro.
(¿Se nota lo poco que me gusta esta frase?) El “te lo dije” tampoco le hace bien a la relación.
En la entrada te he invitado a bailar conmigo poniéndote de crítico o de receptor, ya que muchas de estas situaciones las habremos vivido tanto de un lado como de otro. 😀
Sigamos practicando. Que así es como aprendemos a sacarle más partido a las críticas.